T13. LA ILUSTRACION
II : KANT (1724-1804): RACIONALISMO CRITICO, IDEALISMO
CATEGORICO Y ETICA FORMAL.
I. KANT , RESPUESTA A LA PREGUNTA : ¿QUÉ ES ILUSTRACIÓN? (1784)
Silueta de Immanuel Kant
“La ilustración es la salida del
hombre de su autoculpable minoría de edad (1). La
minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio
entendimiento, sin la guía de otro.
“Uno mismo es
culpable de esta minoría de edad cuando
la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de
decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere
aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de
la ilustración.
“La pereza y la
cobardía con las causas de que una gran parte de los hombres permanezca,
gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya
tiempo la naturaleza los liberó de dirección ajena (naturaliter majorennes)
(2): y por eso es tan fácil para otros erigirse en sus tutores. ¡Es tan cómodo
ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual
que reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc.,
entonces no necesito esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar:
otro asumirá por mi tan fastidiosa tarea. Aquellos tutores que tan
bondadosamente han tomado sobre sí la tarea de supervisión se encargan ya de
que el paso hacia la mayoría de edad, además de ser difícil, sea considerado
peligrosos para la mayoría de los hombres (y entre ellos todo el bello sexo).
Después de haber entontecido a sus animales domésticos, y procurar
cuidadosamente que estas pacíficas criaturas no pueda atreverse a dar un paso
sin las andaderas en que han sido encerrados, les muestran el peligro que les
amenaza si intentan caminar solos. Lo cierto es que este peligro no es tan
grande, pues ellos aprendería a caminar solo después de cuantas caídas: sin
embargo, un ejemplo de tal naturaleza les asusta y, por lo general, les hace
desistir de todo intento.
“Por tanto, es difícil
para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida ya en
naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de
valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho
ensayo. Principios y formulas, instrumentos mecánicos de uso racional -o más
bien abuso- de sus dotes naturales, son los grilletes de una permanente minoría
de edad. Quien se desprendiera de ellos apenas daría un salto inseguro para
salvar la más pequeña zanja, porque no está habituado a tales movimientos
libres. Por eso, pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han
conseguido salir de esa minoría de edad y proseguir, sin embargo, con paso
seguro.
Pero, en cambio, es
posible que el público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se
le deja en libertad. Ciertamente, siempre se encontrarán algunos hombres que
piensen por sí mismos, incluso entre los establecidos tutores de la gran masa,
los cuales, después de haberse autoliberado del yugo de la minoría de edad,
difundirán a su alrededor el espíritu de una estimación racional del propio
valor y de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo. Pero aquí se ha de
señalar algo especial: aquel público que anteriormente había sido sometido a
este yugo por ellos obliga más tarde, a los propios tutores a someterse al
mismo yugo; y esto es algo que sucede cuando el público es incitado a ello por
algunos de sus tutores incapaces de cualquier Ilustración. Por eso es tan
perjudicial inculcar prejuicios, pues al final terminan vengándose de sus
mismos predecesores y autores. De ahí que el público pueda alcanzar sólo
lentamente la Ilustración. Quizá mediante una revolución sea posible derrocar
el despotismo, pero nunca se consigue la verdadera reforma del modo de pensar,
sino que tanto los nuevos como los viejos prejuicios servirán de riendas para
la mayor parte de la masa carente de pensamiento.
“Pero para esta
Ilustración únicamente se requiere libertad, y, por cierto, la menos
perjudicial entre todas las que llevan ese nombre, a saber, la libertad de
hacer siempre y en todo lugar uso público (3) de la propia razón. Mas
escucho exclamar por doquier: ¡No razonéis! El oficial dice: ¡No razones,
adiéstrate! El funcionario de hacienda: ¡No razones, paga! El sacerdote: ¡No
razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice razonad todo lo
que queráis, pero obedeced.) Por todas partes encontramos limitaciones
de la libertad. Pero ¿qué limitación impide la Ilustración ? Y, por el
contrario, ¿cuál la fomenta?. Mi respuesta es la siguiente: el uso público
de la razón debe ser siempre libre; sólo este uso pueda traer Ilustración entre
los hombres. En cambio, el uso privado de la misma debe ser a menudo
estrechamente limitado, sin que ello obstaculice, especialmente, el progreso de
la Ilustración.
Entiendo por uso público de la propia razón aquél que a
alguien hace de ella en cuanto docto (Gelehrter) ante el gran público
del mundo de los lectores. Llamo uso privado de la misma a la
utilización que le es permitido hacer de un determinado puesto civil o
función pública. Ahora bien, en algunos asuntos que transcurren en favor del
interés público se necesita cierto mecanismo, léase unanimidad artificial en
virtud del cual algunos miembros del estado tiene que comportarse pasivamente,
para que el gobierno los guíe hacia fines públicos o, al menos, que impida la
destrucción de estos fines. En tal caso, no está permitido razonar, sino que se
tienen que obedecer, en tanto que esta parte de la máquina es considerada como
miembro de la totalidad de un Estado o, incluso, de la sociedad cosmopolita y,
al mismo tiempo, en calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un
público usando verdaderamente su entendimiento, puede razonar, por supuesto,
sin que por ello se vean afectados los asuntos en los que es utilizado, en
parte, como miembro pasivo. Así, por ejemplo, sería muy perturbador si un
oficial que recibe una orden de sus superiores quisiere argumentar en voz alta
durante el servicio acerca de la pertinencia o utilidad de al orden; él tiene
que obedecer. Sin embargo, no se le puede prohibir con justicia hacer
observaciones, en cuanto docto, acerca de los defectos del servicio militar y
exponerlos ante el juicio de su público. El ciudadano no se puede negar a pagar
los impuestos que le son asignados; incluso una mínima crítica a tal carga, en
el momento en que debe pagarla, puede ser castigada como escándalo (pues podría
dar ocasión de desacatos generalizados). Por el contrario, él mismo no actuará
en contra del deber de un ciudadano si, como docto, manifiesta públicamente su
pensamiento contra la inconveniencia o injusticia de tales impuestos. Del mismo
modo, un sacerdote está obligado a enseñar a sus catecúmenos y a su comunidad
según el símbolo de la iglesia a la que sirve, puesto que ha sido admitido en
ella bajo esa condición. Pero, como docto, tiene plena libertad e, incluso, el
deber de comunicar al público sus bienintencionados pensamientos,
cuidadosamente examinados, acerca de los defectos de ese símbolo, así como
hacer propuestas para el mejoramiento de las instituciones de la religión y de
la iglesia. Tampoco aquí hay nada que pudiera ser un cargo de conciencia, pues
lo que enseña la virtud de su puesto como encargado de los asuntos de la
iglesia lo presenta como algo que no puede enseñar según prescripciones y en
nombre de otro. Dirá: nuestra iglesia enseña esto o aquello, éstas son las
razones fundamentales de las que se vale. En tal caso, extraerá toda la
utilidad práctica para su comunidad de principios que él mismo no aceptará con
plena convicción; a cuya exposición, del mismo modo, puede comprometerse, pues
no es imposible que en ellos se encuentre escondida alguna verdad que, al
menos, en todos los casos no se halle nada contradictorio con la religión
íntima. Si él creyera encontrar esto último en la verdad, no podría en
conciencia ejercer su cargo; tendría que renunciar. Así pues, el uso que un
predicador hace de su razón ante su comunidad es meramente privado, puesto que
esta comunidad, por amplia que sea, siempre es una reunión familiar. Y con
respecto a la misma él, como sacerdote, no es libre, ni tampoco le está
permitido serlo, puesto que ejecuta un encargo ajeno. En cambio, como docto que
habla mediante escritos al público propiamente dicho, es decir, al mundo; el sacerdote,
en el uso público de su razón, gozaría de una libertad ilimitada para servirse
de ella y para hablar en nombre propio. En efecto, pretender que los tutores
del pueblo (en asuntos espirituales) sean otra vez mentores de edad constituye
un despropósito que desemboca en la eternización de insensateces.
“Pero, ¿no debería
estar autorizada una sociedad de sacerdotes, por ejemplo, un sínodo de la
iglesia o una honorable classis (como la llaman los holandeses) a
comprometerse bajo juramento entre sí a un cierto símbolo inmutable para llevar
a cabo una interminable y suprema tutela sobre cada uno de sus miembros y, a
través de estos, sobre el pueblo, eternizándola de este modo? Afirmo que esto
es absolutamente imposible. Un contrato semejante, que excluiría para siempre
toda ulterior Ilustración del genero humano, es, sin más, nulo y sin efecto,
aunque fuera confirmado por el poder supremo, el congreso y los más solemnes
tratados de paz. Una época no puede obligarse ni juramente para colocar a la
siguiente en una situación tal que le sea imposible ampliar sus conocimientos
(sobre todo los muy urgentes), depurarlos de errores y, en general, avanzar en la Ilustración. Sería
un crimen contra la naturaleza humana, cuyo destino primordial consiste,
justamente, en ese progresar. Por tanto, la posteridad está plenamente
autorizada para rechazar aquellos acuerdos, aceptados de forma incompetente y
ultrajante. La piedra de toque de todo lo que puede decidirse como ley para un
pueblo reside en la siguiente pregunta: ¿podría un pueblo imponerse así mismo
semejante ley? Esto sería posible si tuviese la esperanza de alcanzar, en corto
y determinado tiempo, una ley mejor para introducir un nuevo orden, que, al
mismo tiempo, dejara libre a todo ciudadano, especialmente a los sacerdotes,
para, en cuanto doctos, hacer observaciones públicamente, es decir, por
escrito, acerca de las deficiencias de dicho orden. Mientras tanto, el orden
establecido tiene que perdurar, hasta que la comprensión de la cualidad de
estos asuntos se hubiese extendido y confirmado públicamente, de modo que
mediante un acuerdo logrado por votos (aunque no de todos) se pudiese elevar al
trono una propuestas para proteger aquellas comunidades que se han unido para
una reforma religiosa, conforme a los conceptos propios de una comprensión más
ilustrada, sin impedir que los que quieran permanecer fieles a la antigua lo
hagan así. Pero es absolutamente ilícito ponerse de acuerdo sobre una
constitución religiosa inconmovible, que públicamente no debería ser puesta en
duda por nadie, ni tan siquiera por el plazo de duración de una vida humana, ya
que con ello se destruiría un período en la marcha de la humanidad hacia su
mejoramiento y, con ello, lo haría estéril y nocivo. En lo que concierne a su
propia persona, un hombre puede eludir la Ilustración , pero sólo
por un cierto tiempo en aquellas materias que está obligado a saber, pues
renunciar a ella, aunque sea en pro de su persona, y con mayor razón todavía
para la posteridad, significa violar y pisotear los sagrados derechos de la
humanidad. Pero, si a un pueblo no le está permitido decidir por y para sí
mismo, menos aún lo podrá hacer un monarca en nombre de aquél, pues su
autoridad legisladora descansa, precisamente, en que reúne la voluntad de todo
el pueblo en la suya propia. Si no pretende otra cosa que no sea que toda real
o presunta mejora sea compatible con el orden ciudadano, no podrá menos que
permitir a sus súbditos que actúen por sí mismos en lo que consideran necesario
para la salvación de sus almas. Esto no le concierne al monarca; sí, en cambio,
el evitar que unos y otros se entorpezcan violentamente en el trabajo para su
promoción y destino según todas su capacidades. El monarca agravia su propia
majestad su se mezcla en estas cosas, en tanto que somete a su inspección
gubernamental los escritos con que los súbditos intentan poner en claro sus
opiniones, a no ser que lo hiciera convencido de que su opinión es superior, en
todo caso se expone al reproche Caesar no est supra Grammaticos, o bien
que rebaje su poder supremo hasta el punto de que ampare dentro de su Estado el
despotismo espiritual de algunos tiranos contra el resto de los súbitos.
Si nos preguntamos si
vivimos ahora en una época ilustrada, la respuesta es no, pero sí en una
época de Ilustración. Todavía falta mucho para que los hombres, tal como
están las cosas, considerados en su conjunto, puedan ser capaces o estén en
situación de servirse bien y con seguridad de su propio entendimiento sin la
guía de otro en materia de religión. Sin embargo, es ahora cuando se les ha
abierto el espacio para trabajar libremente en este empeño, y percibimos
inequívocas señales de que disminuyen continuamente los obstáculos para una
Ilustración general, o para la salida de la autoculpable minoría de edad. Desde
este punto de vista, nuestra época es el tiempo de la Ilustración o el siglo de
Federico.
“Un príncipe que no
encuentra indigno de sí mismo declarar que considera como un deber no
prescribir nada a los hombres en materia de religión, sino que les deja en ello
plena libertad y que incluso rechaza el pretencioso nombre de tolerancia,
es un príncipe ilustrado y merece que el mundo y la posteridad lo ensalcen con
agradecimientos. Por lo menos, fue el primero que desde el gobierno sacó al
género humano de la minoría de edad, dejando a cada uno la libertad de servirse
de su propia razón en todas las cuestiones de conciencia moral. Bajo el
gobierno del príncipe, dignísimos clérigos -sin perjuicios de sus deberes
ministeriales- pueden someter al examen del mundo, en su calidad de doctos,
libre y públicamente, aquellos juicios y opiniones que en ciertos puntos se
desvían del símbolo aceptado; con mucha mayor razón esto lo pueden llevar a
cabo los que no están limitados por algún deber profesional. Este espíritu de
libertad se expande también exteriormente, incluso allí donde debe luchar
contra obstáculos externos de un gobierno que equivoca su misión. Este ejemplo
nos aclara cómo, en régimen de libertad, no hay que temer lo más mínimo por la
tranquilidad pública y la unidad del Estado. Los hombres salen gradualmente del
estado de rusticidad por su propio trabajo, siempre que no se intente
mantenerlos, adrede y de modo artificial, en esa condición.
“Ha situado el punto
central de la Ilustración ,
a saber, la salida del hombre de su culpable minoría de edad, preferentemente,
en cuestiones religiosas, porque en lo que atañe a la artes y las ciencias
nuestros dominadores no tienen ningún interés en ejercer de tutores sobre sus
súbditos. Además, la minoría de edad en cuestiones religiosas es, entre todas,
la más perjudicial y humillante. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado
que favorece esta libertad va todavía más lejos y comprende que, incluso en lo
que se refiere a su legislación, no es peligroso permitir que sus súbditos
hagan uso público de su propia razón y expongan públicamente al mundo sus
pensamientos sobre una mejor concepción de aquella, aunque contenga una franca
crítica de la existente. También en esto disponemos de un brillante ejemplo,
pues ningún monarca se anticipo al que nosotros honramos.
“Pero sólo quien por
ilustrado no teme a las sombras y, al mismo tiempo, dispone de numeroso y
disciplinado ejército, que garantiza a los ciudadanos una tranquilidad pública,
puede decir lo que ningún Estado libre se atreve a decir: ¡Razonad todo lo que
queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced! Se muestra aquí un extraño e
inesperado curso de las cosas humanas, pues sucede que, si lo consideramos con
detenimiento y en general, entonces caso todo en él es paradójico. Un mayor
grado de libertad ciudadana parece ser ventajosa para la libertad del espíritu
del pueblo y, sin embargo, le fija barreras infranqueables. En cambio, un grado
menos de libertad le procura el ámbito necesario para desarrollarse con arreglo
a todas sus facultades. Una vez que la naturaleza, bajo esta dura cáscara, ha
desarrollado la semilla que cuida con extrema ternura, es decir, la inclinación
y vocación al libre pensar; este hecho repercute gradualmente sobre el sentir
del pueblo (con lo cual éste se va haciendo cada vez más capaz de la libertad
de actuar) y, finalmente, hasta llegar a invadir a los principios del
gobierno, que se encuentra ya posible tratar al hombre, que es algo más que una
máquina (4), conforme a su dignidad “(5).
(1)
El término Unmündigkeit se presta a varias traducciones en castellano,
pero todas ellas hacen referencia a una cierta "inmadurez" de quien
predica la término. Lo hemos traducido por "minoría de edad",
conservando así según nuestra opinión, toda la carga semántica que tiene el
término en alemán. Sin embargo, en otros contextos hemos preferido las palabras
"dependencia"; o "no emancipación". Por el contrario, el
término Mündigkeit , que traducimos por "mayoría de edad" por
seguir con le metáfora kantiana, podría traducirse en todos los casos por
"emancipación".
(2)
Del latín, mayor de edad por naturaleza (físicamente), mientras que
intelectualmente continúa siendo menor de edad.
(3)
Por el contrario, el uso privado de la razón es el que alguien ejerce como
titular de un cargo publico; por ejemplo, el que lleva a cabo un funcionario o
un oficial del ejército.
(4)
Alusión a J.O. De Lamettrie y su escrito L'homme-machine, 1748
(5)
Al final de su articulo Kant coloca esta nota "en el Semanario de Büsching
del 13 de septiembre lee hoy (30 del mismo mes) el anuncio de la Berlinische
Monatsschrift, correspondiente a este mes, que publica la respuestas del
señor Mendelssohn a la misma cuestión. Todavía no ha llegado a mis manos; de
otro modo hubiese retrasado mi actual respuesta, que ahora sólo puede ser
considerada como una prueba de hasta que punto el acuerdo de las ideas se debe
a la casualidad".
Compilación: Felipe
González - País Global
II. COMENTARIO
DE LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA (1781)
DE KANT
“Si se echa una ligera ojeada a esta obra [la Crítica de la
razón pura] se puede quizá entender que su utilidad es sólo negativa:
nos advierte que jamás nos aventuremos a traspasar los límites de la
experiencia con la razón especulativa. Y, efectivamente, ésta es su primera
utilidad. Pero tal utilidad se hace inmediatamente positiva cuando se
reconoce que los principios con los que la razón especulativa sobrepasa sus
límites no constituyen, de hecho, una ampliación, sino que, examinados
de cerca, tienen como resultado indefectible una reducción de nuestro uso de
la razón, ya que tales principios amenazan realmente con extender de forma
indiscriminada los límites de la sensibilidad, a la que de hecho pertenecen, e
incluso con suprimir el uso puro (práctico) de la razón *… Ello se ve claro
cuando se reconoce que la razón pura tiene un uso práctico (el moral)
absolutamente necesario, uso en el que ella se ve inevitablemente obligada a ir
más allá de los límites de la sensibilidad
(I. KANT, Crítica de la razón pura (1781). Trad.
de P. Ribas, Madrid, Alfaguara, 1978, p. 24).
Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de 1724 – ibídem, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo alemán de la Ilustración. Es el
primero y más importante representante del idealismo alemán
y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía
universal.
Entre sus escritos
más destacados se encuentra la
Crítica
de la razón pura (Kritik der reinen Vernunft), calificada generalmente
como un punto de inflexión en la historia de la filosofía y el inicio de la
filosofía moderna. En ella se investiga la estructura misma de la razón. Así
mismo se propone que la metafísica
tradicional puede ser reinterpretada a través de la epistemología, ya
que podemos encarar problemas metafísicos al entender la fuente y los límites
del conocimiento. Sus otras obras principales son la Crítica
de la razón práctica, centrada en la ética; la Crítica del
juicio, en la que investiga acerca de la estética y la teleología y La
metafísica de las costumbres que indaga en la filosofía del Derecho y
del Estado.
Kant adelantó
importantes trabajos en los campos de la ciencia, el derecho, la moral, la
religión y la historia, inclusive creía haber logrado un compromiso entre el empirismo y el racionalismo. Planteando la
primera que todo se adquiere a través de la experiencia mientras que la segunda
mantiene que la razón juega un papel importante. Kant argumentaba que la
experiencia, los valores
y el significado mismo de la vida serán completamente subjetivos sin haber sido
primero subsumidos a la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la
experiencia, nos llevará inevitablemente a ilusiones teóricas.
El pensamiento
kantiano fue muy influyente en la
Alemania de su tiempo, llevando la filosofía más allá del
debate entre el empirismo
y el racionalismo. Fichte, Schelling, Hegel y Schopenhauer
se vieron a sí mismos expandiendo y complementando el sistema kantiano de
manera que justificaban el idealismo alemán.
Hoy en día, Kant continúa teniendo una gran influencia en la filosofía
analítica y continental. (wikipedia).
El autor pertenece al momento histórico de la Ilustración , constituye la síntesis y la
superación de empirismo y racionalismo. “La
salida del hombre de su autoculpable minoría de edad” es el ideal de los philosophes. Sapere aude (atrévete a saber)
su lema. Para Kant el Siglo de
Federico es una época de ilustración pero no ilustrada. Por ello es
necesaria una crítica de la razón por sí misma de manera que establezca:
a) ¿Qué puedo conocer?
b) ¿Qué debo hacer?
c) ¿Qué me cabe esperar?
A la que se añade como corolario o resumen de las
anteriores:
d)
¿Qué es el ser humano?
La respuesta a la primera pregunta es la
Crítica de la Razón
Pura , la respuesta a la segunda es la Crítica de la Razón Práctica. Sin embargo, lo que le interesaba realmente a Kant
era la metafísica cuyos grandes temas son la cosmología (unidad de todos los
hechos físicos), la psicología (alma como unidad de todos los hechos psíquicos)
y teología (Dios como unidad de todo lo físico y lo psíquico).
Educado en el racionalismo de Christian WOLFF (1679-1574) y de Gottfried Wilhelm LEIBNITZ(1646-1716) Kant confiesa que HUME (1711-1776) vino a “despertarle
de su sueño dogmático” (es decir, del racionalismo que establece axiomas
sin crítica). Según Hume todas nuestras ideas derivan de impresiones sensibles;
pero algunos conceptos imprescindibles en la ciencia y en el sentido común
–sustancia, causa, identidad personal- no se basan en impresiones, por tanto no
pueden ser demostrados de manera racional. En cambio los racionalistas como
Wolff y Leibniz –igual que DESCARTES o SPINOZA- afirmaban las ideas innatas, es
decir, hay conceptos no derivados de la experiencia –por ejemplo el de
infinito- que sirven para conocer la realidad, para dar orden a la
experiencia. Kant fue racionalista hasta que le despertó Hume.
Kant viene a decir que hay conceptos anteriores a la
experiencia (como dicen los racionalistas) pero que sólo tienen sentido
aplicados a la experiencia (de acuerdo con los empiristas). Así por ejemplo,
cree que no se puede demostrar la existencia de Dios ni por el principio de
causalidad de Santo Tomás de Aquino ni por el argumento ontológico de San
Anselmo pues en ambos casos se lleva una categoría o concepto a priori del
entendimiento (la causalidad) a un uso
ilegítimo puesto que se aplica a un ámbito mayor del que podemos observar.
De ahí su conclusión –a la que se acabará llamando idealismo transcendental- :la experiencia
sin conceptos es ciega; conceptos sin contenido son vacíos. Es decir, la ciencia, como repite el
texto, no puede “ir más allá de los
límites de la sensibilidad”.
Tal
vez sea este el tema o problema del
texto: la utilidad de la Crítica de la Razón
Pura : negativa, por un lado, pues nos advierte que no
traspasemos los límites de la experiencia; positiva, por otro: pues deja sitio
a la razón práctica.
Tales
ideas principales requieren una
pequeña explicación acerca de la teoría del conocimiento o Proyecto Crítico de
Kant: Le preocupaba si era posible conocer con rigor científico a Dios, la
libertad y el alma. Es decir, si era posible la metafísica. Para ello se
pregunta qué condiciones genéricas, independientes de la experiencia, son
necesarias para que se dé la ciencia. No busca las condiciones reales o
empíricas sino las condiciones a priori o trascendentales. Pretende hallarlas
mediante el estudio del lenguaje científico, o lo que es lo mismo, de los tipos
de juicios que desarrollan la ciencia. No lo hacen los juicios analíticos a
priori (“un todo es mayor que sus partes”, “un triángulo tiene tres ángulos”)
ni los juicios sintéticos a posteriori (“la totalidad de este grupo escolar es
de 17 alumnos”, “este ángulo mide 40º”) sino los juicios sintéticos a priori
(“la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”, “todo cambio
tiene una causa”), un híbrido que mantiene lo mejor de unos y de otros: por ser
a priori, es universal puesto que todo lo que viene de la experiencia es
particular; por ser sintético es informativo
y no sólo explicativo (como los
analíticos que se limitan a explicar lo que ya estaba contenido en el sujeto).
De manera que gracias a las oraciones declarativas a priori pero con contenido,
han progresado las ciencias (cuyo ideal es para Kant los Principia Philosophia Naturalis
(1687) de NEWTON (1643-1727).
(Muchos
como Willard van Orman QUINE (1908-2000) –filósofo de la Lógica y de las
Matemáticas- han cuestionado esta clasificación de juicios propuesta por Kant;
mi maestro Ignacio GÓMEZ DE LIAÑO objeta la totalidad del “idealismo” de Kant).
Queda
por demostrar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Mátemáticas.
Cómo son posibles en Física. Y, por último, que no son posibles en Metafísica.
A lo primero dedica Kant la Estética transcendental o crítica de la
sensibilidad (de las impresiones sensibles que aparecen en nuestras Formas a
priori del espacio y tiempo) (la consideración del espacio puro da lugar a la
geometría; el estudio de la sucesión pura da lugar a la aritmética; los
fundamentos de la
Matemática –que no es sensible- son los fundamentos de la
sensibilidad). El resultado de esta básica forma de conocer proporcionada por
nuestros sentidos es el fenómeno o cosa-para-mí encuadrada en un momento y en
un lugar. ¿Cómo son posibles los juicios científicos en Física? Gracias a una
mezcla de fenómenos de la sensibilidad y de categorías a priori del
entendimiento (sustancia, causa y todas las demás), como explica Kant en su
segunda parte de la Crítica :
la Analítica
transcendental.
Por
último, en la Dialéctica Trascendental “demostrará” que la “razón
especulativa” tiene la tendencia natural a agrupar el máximo de fenómenos en el
mínimo de leyes; así, la ley de la gravitación universal unifica dinámica
terrestre y astronomía. Es el uso legítimo de las categorías del entendimiento.
Esta tendencia es positiva porque sin aventurarnos a traspasar jamás los
límites de la experiencia, nos conduce a leyes y generalizaciones de mayor
extensión pero no hasta el extremo de querer abarcar todos los fenómenos
físicos (mundo), psíquicos (alma) o
piso-físicos (Dios) pues eso sería un empleo de la razón especulativo y no
normativo, su uso ilegítimo.
Kant nos consuela de la muerte de la metafísica
argumentando que no se trata de una reducción sino en verdad de una ampliación
de nuestras facultades. Y que además todavía queda la razón práctica que ella
sí se ve obligada inevitablemente a “ir más allá de los límites de la
sensibilidad”. Por haberle dedicado ya un comentario a la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres no volveré a repetir aquí la Ética Formal
Kantiana.
Vigencia de las
ideas del texto en la actualidad: No se puede negar que la doctrina de Kant
sobre el conocimiento científico ha influido en la posteridad. La proscripción
de la metafísica llega hasta el Círculo de Viena, la Filosofía Analítica
de AYER y el WITTGENSTEIN (1889- 1951) que cerró su Tractatus Logico-Philosophicus (1921) con el adagio “de lo que no se puede hablar, mejor es
callarse”. También su filosofía moral se mantiene vigente en el discurso de
la interacción comunicativa ideal entre hombres de diversos credos religiosos o
culturales (como veremos en el último texto de la PAEG ) en HABERMAS. Kant nos desilusionó para siempre
del sueño de una metafísica racional. Parece que de Dios, del alma y del mundo
puedes decir lo que te parezca porque no hay experiencia que lo compruebe ni
razón que pueda trabajar sin experiencia. Pero lo mejor es callarse para ceder
el escenario a la Razón Práctica
–la misma luz pero enfocada hacia la acción- y a la voluntad. La voluntad
moral, es la que actúa por deber, la que obedece el Imperativo Categórico y su
fórmula y no se deja arrastrar nunca por las inclinaciones y deseos. Se cuenta
que Kant era tan metódico, tan puntual consigo mismo, que los relojeros ponían
en hora sus mecanismos cuando le veían aparecer para su paseo diario.
Trabajo de Aroa González de la Aleja , 2ºT, curso 2012-2013
“
Ahora digo yo: el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí
mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad;
debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las
dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo
como fin. Todos los objetos de las inclinaciones tienen sólo un valor
condicionado, pues si no hubiera inclinaciones y necesidades fundadas sobre las
inclinaciones, su objeto carecería de valor. Pero las inclinaciones mismas,
como fuentes de las necesidades, están tan lejos de tener un valor absoluto
para desearles, que más bien deba ser el deseo general de todo ser racional el
librarse enteramente de ellas. Así pues, el valor de todos los objetos que
podemos obtener por medio de nuestras acciones es siempre condicionado. Los
seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza,
tienen, empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, como
medios, y por eso se llaman cosas; en cambio los seres racionales llámense personas
porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es, como
algo que no puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese
sentido todo capricho (y es un objeto de respeto).”
KANT, Fundamentación de la
Metafísica de las Costumbres. Capitulo
II
CONTEXTO
HISTÓRICO: Immanuel Kant (1734-1804) es
el principal representante de la filosofía ilustrada alemana. Nunca salió de su
ciudad natal Königsberg, y su filosofía responde a los grandes cambios
políticos y sociales de su época: el pensamiento ilustrado. Políticamente es el
siglo del Absolutismo. En Alemania, las guerras de religión de los siglos XVI y
XVII habían fraccionado el imperio en más de 300 estados. En su obra Fundamentación
de la Metafísica
de las Costumbres desarrollar el sistema de toda la moralidad, pudiéndosele
considerar como el “edificio de la moralidad”.
TEMA: Señala que la racionalidad de
las acciones realizadas por las personas consiste en tratarlas como fines en sí
mismos y no como instrumentos para conseguir dicho fin.
IDEAS
PRINCIPALES: En este texto encontramos como
ideas principales:
-
Los seres racionales han de ser considerados como fines en si mismos.
-
Por el contrario, los objetos tienen un valor relativo a las inclinaciones que
despiertan en los seres racionales.
-
Los seres irracionales pueden ser medidos y se llaman “cosas”.
-
Los seres racionales están dotados de razón y son fines por tanto se llaman
“personas”.
EXPLICACIÓN
DE LAS IDEAS: El
texto nos presenta las bases de la segunda formulación que hace del imperativo
categórico. Estas bases se resumen en tres: cualquier norma moral ha de ser
universal; esta norma ha de considerar a las personas como fines en sí mismos,
es decir, como seres con dignidad y la voluntad, en cuanto que capacidad
racional, es legisladora universal generando la ley moral universal. Esta
voluntad tiene que ser autónoma.
De
acuerdo con la segunda formulación de Kant de su imperativo categórico, el
hombre, y en general todo ser racional existe como fin en sí mismo y como tal
debe ser considerado en todas sus acciones y ser tratado siempre.
La
ética kantiana descansa sobre esta consideración del hombre pues para Kant, la
bondad moral reside en la actitud coherente con la realidad de la persona y se
expresa con la categoría fin/medio que recoge esa segunda formulación que da su
imperativo categórico.
Los
seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue como
fines en sí mismos, es decir como algo que no puede ser usado como medio.
Tratar al hombre como fin en sí implica que el hombre es la condición
limitativa de nuestros actos. Esto significa que podemos hacer cualquier cosa
siempre que respetemos la “humanidad” que cada hombre representa.
La
libertad para Kant es lo más propio del hombre ya que el hombre no es una cosa
sino una persona. La dignidad de la persona reside en el hecho de ser capaz de
darse a sí mismo la ley.
CUESTIONARIO SOBRE LA ILUSTRACIÓN Y KANT
1. Busca una pintura, escultura o
monumento que sintetice para ti la esencia de la Ilustración y conviértelo en la portada de tu trabajo. Di
qué significa para ti.
Las obras aquí arriba
reproducidas son un desnudo de Boucher y
El Columpio de Fragonard.
2. Relaciona la obra que
escogiste con el concepto de Ilustración que aparece en el famoso texto de Kant
sobre la misma.
3. Elabora una opinión razonada
de tres párrafos sobre ese artículo.
4. ¿Qué puedes decir sobre las
imágenes que se conservan de Kant (su cara, su aspecto) en relación con su
filosofía?
5. Resume el contexto, los antecedentes filosóficos y
el objetivo de Kant en un párrafo.
6. Resume con tus palabras la
teoría del conocimiento o Proyecto Crítico de Kant.
7. Tema o problema del fragmento
de la Crítica
de la Razón Pura.
8. Indica las ideas principales
numerándolas.
9. Explícalas.
10.Tema o problema del fragmento
de la Fundamentación
de la Metafísica
de las Costumbres.
11. Indica las ideas principales.
12. Explícalas.
13. Habla en general de la posible
vigencia del pensamiento de Kant.
14. Narra un encuentro en el Cielo entre
Descartes, Spinoza, Locke y Hume (dos páginas como mínimo).
CUESTIONARIO SOBRE LA ILUSTRACIÓN , ROUSSEAU
Y KANT
15.Busca una pintura, escultura o monumento que sintetice para
ti la esencia de la
Ilustración y
conviértelo en la portada de tu trabajo. Di qué significa para ti.
Las
tres obras aquí arriba reproducidas son La
libertad guiando al Pueblo, El
Quitasol de Goya y El Matrimonio a la
moda de Hogarth.
16.Relaciona la obra que escogiste con el concepto de
Ilustración que aparece en el famoso texto de Kant sobre la misma.
17.Elabora una opinión razonada de tres párrafos sobre ese
opúsculo.
18.¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de la vida y de
la obra de Rousseau?
19.Tema o problema del fragmento de El Contrato Social.
20.Indica sus ideas principales.
21.Muestra las relaciones entre ellas.
22.Explícalas.
23.Emite una opinión crítica sobre la filosofía del ginebrino y
sobre su posible actualidad.
24.¿Qué puedes decir sobre las imágenes que se conservan de Kant
(su cara, su aspecto) en relación con su filosofía?
25.Resume el contexto,
los antecedentes filosóficos y el objetivo de Kant en un párrafo.
26.Resume con tus palabras la teoría del conocimiento o Proyecto
Crítico de Kant.
27.Tema o problema del fragmento de la Crítica de la Razón Pura.
28.Indica las ideas principales numerándolas.
29.Explícalas.
30.Tema o problema del fragmento de la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.
31.Indica las ideas principales.
32.Explícalas.
33.Habla en general de la posible vigencia del pensamiento de
Kant.
34.Optativa: Narra un encuentro en el Cielo entre
Descartes, Spinoza, Locke y Hume (dos páginas como mínimo).
Queridos alumnos:
ResponderEliminarDe nuevo me veo obligado a pedir disculpas por los errores de imágenes en este
tema: espero que el rostro del Kant viejo no os persiga en vuestras pesadillas