SEMBLANZAS VIII. HARÍ KRISHNÁ


SEMBLANZAS VIII

SHRI KRISHNA

 


 ¿Una semblanza de Dios, una descripción de la Suprema Personalidad de Dios (es decir, de la forma en que Dios se manifiesta o encarna como carácter humano)?

 

          Ya he escrito retratos de maestros espirituales, de poetas, de pensadores y hasta de mi amigo José Manuel. ¿Y ahora una semblanza de Aquél que para los devotos es el Dios Único?

 

          Pero en cierta forma no soy yo el que ha ido buscándolo: Con la espontaneidad que presentan las evidencias, al hacer una lista de los seres que me han marcado a lo largo de la vida, en seguida apareció el nombre de Shri Krishna (el Señor Krishná). Y sabiendo que Krishna -igual que Jiddu Krishnamurti (murti: imagen; krishna-murti: imagen de Krisna) fue el octavo hijo de Devaki  y el octavo avatar de Vishnú, me pareció obvio que debía ocupar la octava semblanza.

 

          Y ¿qué podré contar del Niño-Dios, del Hombre-Dios siempre adolescente? Y ¿qué actitud tomaré para hablar de Él? Tal vez debería postrarme y  con la cabeza tocando el suelo y mis manos apoyadas en sus pies de loto, rezarLe como si Le escribiera.  Tal vez no debería escribir en absoluto sobre alguien tan santo; puede que mi imperfección Lo manche, puede que yo sea un blasfemo y un sacrílego incorregible.

 

          - No recuerdo el momento exacto en que me tropecé por vez primera con una imagen de Govinda. Debió ser antes de mi primer viaje a India en agosto de 1993. Desde pequeño me gustaban los hindúes, la música inebrante de sus flautas y sitares, las selvas que se surcan a lomos de elefantes y hasta el mapa triangular de aquel subcontinente. En cierta forma Mowgli era como el Niño de la Selva Krishna. Mowgli era melenudo   igual  que Rimbaud, que Dylan, que U.G.,  que Víctor Truviano,  -e igual que el Señor Krishna- , su cabello una fantasía de bucles y de rizos.- Por alguna razón la mayoría de mis ídolos tienen el pelo muy largo y  alborotado. (-¿La fisiognómica de Beethoven, de Newton, de Wilhelm Reich, de Einstein, de Glenn Gould y de otros, indica que el Genio lleva el pelo en desorden?).

 

          Él estaba ahí de toda la vida. Y cuando yo -debatiendo su esencia- muera, Él seguirá ahí y en el mundo se seguirá escuchando el rumor del Maha-Mamtram (= Gran mantra):

 

Hare Krishna, hare Krishna,

Krishna   Krishna, hare hare.

Hare Rama, hare Rama,

Rama Rama,  hare hare.

 

          - Recuerdo la sensación inusual de paz que me invadió nada más aterrizar por vez primera en el aeropuerto de Delhi. - Eran las tantas de la madrugada y veníamos de atravesar una buena porción del globo terráqueo con escala en Jordania y en los Emiratos Árabes. -En el avión un guía turístico español bastante cínico se había dedicado a comentar medio chispado (con una chica de Madrid que viajaba para juntarse con su novio sherpa) la impresión que nos iban a hacer los indios a los extranjeros que les veíamos por primera vez. El guía pensaba que todos estábamos dormidos y por eso se permitía ciertas licencias. Me asustó muchísimo con sus sarcasmos mientras por las ventanillas se veían ya las luces y las selvas de lo que parecía una ciudad o una acumulación de chabolas interminable. Me pareció que nos encaminábamos al infierno del Tercer Mundo, que íbamos a descender como bolsas cargadas de dólares en medio de una multitud de pobres misteriosos que nos mirarían atónitos con sus grandes ojos de almendras. - ¿Qué pintaba yo allí?

 

          Sin embargo en cuanto pisé la, para algunos, sagrada Tierra de Bharat, todas mis aprensiones se disiparon:

 

Mirando la enorme sala de embarque del aeropuerto de Delhi cruzada continuamente por cuervos y por otras aves, me di cuenta de que me encontraba extraordinariamente a gusto y tranquilo. Ni siquiera acusaba el cansancio ni el jet-lag. Era cierto que un hindú podía estar como un gato mirándote atentamente durante 10 minutos o durante una hora. No podías saber qué pensaba ni qué intenciones tenía. Simplemente estaba en cuclillas en un rincón, casi imperceptible, y no tenía nada mejor que hacer que mirar a los blancos que acaban de llegar de vacaciones.- Sin embargo, a mí aquella forma de observarnos no me parecía hostil ni me molestaba. Hasta cierto punto podía comprender que éramos cara-pálidas en medio de la masa de "gente de bronce", similar a los gitanos pero más menudos y canijos. -No me resultaban extraños sino muy familiares.- A ellos les pasaba lo mismo conmigo: Desde el primer momento los hindúes con su gentileza natural se dirigían a mí como si yo fuera el leader group. Estaba deseando salir de la escafandra virtual del aeropuerto, terminar con los trámites de la aduana, para lanzarme a la mega-urbe asilvestrada de Old Delhi y de New Delhi, la capital de la patria de Gandhi, del suelo que vio nacer al Buddha Siddartha y a los 24 Buddhas, el país del Poeta Ravindranath Tagore y  de Rajneesh  Osho, el sacro campo de la batalla de Kurukshetra: estaba en la India de Krishna. Y mi felicidad y mi excitación eran inmensas.- Como otras veces en mi vida, y sin causa exacta que lo explique, tenía ganas a la vez de gritar y de llorar, de cantar y de estallar en risotadas. Me invadía una sed de aventura extraordinaria y mis emociones eran confusas y exaltadas. -Solo respirar el aire denso del Rajastán me había transformado en otra persona.

 

          Renuncio a describir o a narrar lo que fue nuestro primer desplazamiento en autobús a través de una gran capital hindú que ve las primeras claras del alba. Todo lo que me había imaginado se quedaba corto: Vi una silla de barbero en la acera y un hombre que era afeitado a la intemperie como un señor, vi a un anciano agonizando en sus harapos pero no vi -como Juan Botella- su aura saliendo de su cuerpo, vi elefantes, vacas, buitres, cuervos, perros y monos, vi rickshaws atravesando enloquecidos y de milagro el caos circulatorio donde parecía mentira que no nos matáramos todos, vi soldados que dormían con la boina apoyada directamente en la acera, vi templos y capillas por todos lados, algunas mostraban a un dios con cabeza de  elefante, otras a un gigante ceniciento con un tridente y piel de tigre, otras  a un niño azul que sonreía. -Por lo que había leído  sabía los nombres y las funciones de Brahma, Vishnú y Shiva. El culto en hornacinas   a  pequeñas o grandes estatuas coloreadas de los Dioses  (los hinduístas más ortodoxos habían criticado a ISKCON (la Sociedad para la Conciencia de Krishna, los vulgarmente llamados Hare Krishna)  y a su fundador Prabhupada  por que llamara "semidioses" a las demás entidades  y solo "Dios" a Krishna; el asunto no era secundario; no es lo mismo ser Lugarteniente que General; o hay dioses o solo hay un Dios y sus servidores), tampoco me parecía tan exótico: En Málaga la Virgen del Carmen y el Cautivo también recibían en cada esquina  las reverencias y el fervor del pueblo.  Y sabía que Palas Atenea, Dionisio o Apolo en tiempos habían tenido también sus estatuas muy parecidas por sus colorinches a las fallas aunque sin su espíritu burlesco.

 

          - Una vez en el hotel, no pude dormir sino que estuve en la ventana de mi habitación más de una hora contemplando en silencio cómo un buitre, un jabalí (o tal vez un cerdo doméstico) y un perro se disputaban la posesión de un contenedor de basura; al final ganó el combate una vaca huesuda que pasaba por allí y que los dispersó a todos. En el aire volaban una multitud de pájaros negros piando y persiguiéndose. También había nubes de langostas y aunque mis ventanas daban a un callejón del centro de Delhi se presentía por todas partes una ebullición de vida densa, hormigueante y pegajosa, como la atmósfera cálida y húmeda ya desde primeras horas de la mañana.

 

          De nuevo me tocó esperar hasta que pudiera salir de aquella nueva escafandra con air conditioned: nuestro lujoso hotel five stars: La calle debía ser monstruosa y agotadora como esas estampas irreales a cámara lenta que había contemplado desde el autobús. Pero estaba ardiendo por salir y sumergirme en su caos. Como otras veces en mi vida -estigma del solitario-  todos dormían y yo velaba loco porque se despertasen y saliésemos a dar una vuelta

 


          Y ¿qué tiene todo esto que ver con Krishna? -De alguna manera sí tiene relación, pues mi primer contacto  consciente con Él -o el primer acercamiento de Krishna hacia mí; según se mire- sucedió en medio de los tumultos y disparates de mi primer viaje a Delhi, Agra, Jaipur y Katmandú. - A priori se trataba de un  viaje "organizado" por una agencia y con un guía que hablaba en castellano. En la práctica no pudo ser más desorganizado:  nuestro guía Ravin apenas sabía dos o tres palabras en español (tampoco se preocupaba mucho por aprenderlo) y alguna noche en Nepal tuvimos que ser nosotros los que le guiáramos hasta su cuarto ya que él estaba totalmente ebrio de bhang (esa substancia que nunca supimos si era LSD o marihuana india y que allá era legal) hablaba enardecido como si él fuese Dios, como si fuese el mismo Krishna y nos contaba con extraños ojos de robot los planes que tenía para la humanidad en cuanto a guerras y carnicerías por venir y la gente tan importante que conocía, "solo con hacer dos llamadas puedo desencadenar una guerra mundial".

 

          - Otros lo habrían tomado por un episodio de megalomanía inducido por drogas pero yo no. En cuanto empezó a hablar de baños de sangre y de apocalipsis por venir me di cuenta de que estaba hablando con Dios. Es decir, pensé que era posible que Krishna mismo estuviese tomando posesión del cuerpo de Ravin, que era su devoto. -Dios es muy aficionado a los cataclismos y a la purificación por el fuego. Así lo declara en los evangelios y testamentos cristianos, islámicos, judíos y hasta hindúes. Dios es muchísimo más violento que el ser humano. Un simple ser humano no hubiese hablado con tanta emoción de los desastres que sacudirán nuestro planeta (excepto Dylan que entra en éxtasis en cuanto imagina el Final de los Tiempos).

 

          Así fue mi primer contacto con Krishna, marcado por la impureza y por la ilusión. Al fin y al cabo había ido a India buscando a Dios (pues antes de tomar en el avión hice un acto de conciencia y me confesé a mí mismo que era eso, nada menos, lo que buscaba con mi viaje). Y lo había encontrado:

 

          - Era evidente que todos los hindúes creían en Dios, en los dioses, en la reencarnación y en la existencia de un plano sobrenatural, o de muchos. - De hecho la vida  de una cuarta parte de la población mundial giraba en torno a lo espiritual  aunque las calles de Delhi y de las demás ciudades fueran una rebatiña implacable intentando todos arrancar los frutos de la acción, completamente en contra de la enseñanza de Krishna.

 

          Me dio la impresión de que para ellos era una convicción, una especie de seguridad, un remanente de una sabiduría antigua,  que la muerte no existía.

 

          Por otra parte, o yo estaba muy sugestionado o lo prodigioso era lo más normal en la India. Cada día nos sucedían por lo menos diez sucesos misteriosos que no acertábamos a explicarnos. Bastaba mirar a los indios al fondo de los ojos -y ellos no tenían problemas en mirar desa manera o dejarse mirar- para darse cuenta de que poseían un cierto sentido de lo oculto. Y que aquello -que no era fe sino algo más complicado- les mantenía vivos y grandiosos desde la más lejana antigüedad. Aunque el país a primera vista fuese un desastre y una inclemencia continua asediada por la miseria, todos parecían disfrutar de una especie de antena que les comunicaba con una segunda dimensión donde estaba la India de verdad.

 

          - Por todo esto, la India me emocionaba y a veces, cuando nadie me veía,  me pasaba los viajes en autobús llorando por ella, nuestra madre, y  por su extraño  destino.

 

          No parecía muy razonable para alguien que ha estudiado Filosofía y ha incorporado a sus cromosomas aquello del sapere aude , aceptar que la vida material era una especie de espejismo inconsistente donde tan pronto estamos vivos como muertos en la rueda del samsara. Ni que cruzando las líneas paralelas entre existencia e inexistencia estaban las Deidades con las que nosotros podíamos relacionarnos y de alguna forma cambiar la cadena de nuestro karma. Ni parecía encajar en una Teología dentro de los Límites de la Mera Razón, admitir que había al menos tres manifestaciones principales del Absoluto: Brahma, Shiva y Vishnú. Ni que el Dios Único entre todos aquellos dioses era Krishna, que a su vez era el octavo avatar de Vishnú.

 

          -Era absurdo. Era irracional.

 

          -Sin embargo, intuí que ellos tenían razón:

 

          La vida era mucho más inteligible si pensabas como los hindúes: Que éramos inmortales y que una especie de Bollywood transcendental con todo tipo de supermanes, capitanes América y patrullas Equis nos ayudaba.     - Al fin y al cabo me había gastado 1000 dólares de los de 1992 en peregrinar a Oriente para deshacer mi visión racional de las cosas.

         

          Se notaba que ellos tenían razón y que los occidentales estábamos alienados, en que obviamente los hindúes parecían más sabios y más equilibrados. Al lado de ellos, los cara-pálidas éramos unos histéricos siempre preocupados por el dinero o por otras cosas y un poquito amargados a pesar de todo nuestro comfort. Todo el mundo en India, hasta los niños de 8 años, parecía más maduro que nosotros.- Pero sobre todo lo que me convenció fue que todo el mundo parecía más contento.

 

          Creo que fue ROUSSEAU quien observó que es más difícil decir si alguien es feliz que decir si está contento. Estar contento, satisfecho es más observable que la siempre elusiva felicidad. -Yo podía asegurar que en general los taxistas, los camareros, los empleados de los  hoteles, los señores que se alojaban en ellos y la amplia variedad de hindúes con los que entré en contacto a lo largo de casi un mes, se quejaban menos que los españoles y en general que los occidentales y parecían más satisfechos con su situación y con más esperanzas en el futuro.

 

          Esto simplemente demostraba, para mí, que ellos estaban en lo cierto.- Y lo que se creía en "mi mundo" era por completo incompatible con lo que se creía o se soñaba en Asia.

 

- Sí, ellos tenían razón, eran más "espirituales" y más sabios pero entonces ¿cómo podían mantener un orden social tan aberrante, con tanta gente en la miseria, tantas desigualdades, tantas carencias sanitarias, tanto analfabetismo, tanto machismo? Y todo ese retraso -perceptible en la brutalidad de atravesar una avenida de una gran ciudad hindú, algo que yo había podido percibir en mis propias carnes como una inclemencia, una fatiga y una suciedad que no acabas nunca de quitarte de encima- , ¿no había sido provocado por la pasividad y el sometimiento de la religión, no venían las desigualdades sociales de la India de la clasificación de los individuos en cuatro castas establecida por los Vedas?

 

- Y además ¿qué me podía tomar en serio desa religión fetichista que se parecía a un cómic de super-héroes? ¿De verdad creía yo en Shiva, en Vishnú y en Krishna? ¿O tan solo jugaba con la idea de que sería bonito y de que me gustaría que fuese verdad?

 

          Recuerdo que el enigma de la India me atormentó durante las dos primeras semanas de mi estancia en la patria de Krishnamurti. Al final me parecía que no entendía absolutamente nada de aquella cultura excéntrica donde siempre, en cualquier sitio, sonaban esas canciones melifluas de actrices famosas por sus películas  que hacen que se te vaya la cabeza. -Un día ya no pude más y me derrumbé: Era imposible resolver las contradicciones de la India; era total y absolutamente irracional, un milagro viviente. Recuerdo el momento exacto en que me hice cargo de todo esto: Estaba de nuevo solo mirando por la ventanilla del autobús, conmovido por esa especie de heroísmo en el que los hindúes parecen vivir,  y decidí con toda solemnidad y resolución, dejar de intentar entender.

 

          - En ese instante mi cuerpo se relajó y pareció cambiar hasta de substancia. Fue como si de repente me entregase al disparate de la India donde podía suceder cualquier cosa en cualquier momento. Y dejé de luchar por comprender. -A partir de aquel día (a la mitad del viaje) empezaron a sucederse hechos desacostumbrados que no me empeñé en analizar ni en razonar  pero que terminaron por persuadirme de que los extrañísimos indios, esos locos soñadores, estaban en lo cierto en sus dos ideas fundamentales: 1º) Dios existía y nos cuidaba; 2º) la Muerte no existía.

 

          En el mundo al que yo regresaba se creía en general justo lo contrario,  y era eso lo que nos daba ese aspecto apergaminado y de permanente descontento: 1º) Dios no existía, había muerto de un ataque de nihilismo auto-referencial entre 1830 y 1871; estábamos solos; 2º) después de la muerte no había nada más que una especie de fundido en negro, como cuando en el cine se acaba la película; pero sin que se enciendan nunca más las luces; como dormirse y perder la conciencia pero sin despertar jamás.- Es decir, algo insoportable. -Además , como me dijo papá cuando se murió el Tom, "la vida era una mierda".- Además los seres humanos eran naturalmente malvados, codiciosos y egoístas. - Una existencia breve, estúpida, sin sentido y llena de dolores era lo que nos esperaba compitiendo con nuestros congéneres por arrancarle un poquito de placer (de lenitivo) de vez en cuando a base de matarse trabajando y de estar obsesionado con tu cuenta corriente.- La verdad es que jamás me había atraído la ideología moderna.

 

          - Al regreso, durante algún tiempo, observé indignado los usos y costumbres de nuestra sociedad de ateos materialistas desde el punto de vista de los ojos de un enamorado de Krishna, de un hindú;  el corazón repleto de cancioncillas orientales de ensueño: ¡Cómo eran los europeos! ¡Siempre nerviosos, siempre anticipándose, siempre mentales, siempre insatisfechos,  lo tenían todo y no eran capaces de disfrutarlo ni de pararse en ello!

 

- Tras haber visto los poblachos de chabolas de la India, los mendigos con lepra, los niños inválidos arrastrándose por el suelo  como cucarachas,  cualquier problema que me contaran en España parecía menor.

         

          Junto a la indignación,  no dejaba de asomar un solapado desprecio hacia todos los que no comprendían lo fácil que sería vivir como los pobres devotos que confían nada más que en la misericordia sin causa de Krishna Madhava.

 

          - Sí, prefería a los ascetas mendicantes que había visto por todas partes en la India con su escudilla y sus ropas andrajosas. Prefería a los hippies como Estrella, la mujer que en Ibiza me convenció de que viajara a la India (Estrella que yo supiera, no era practicante de ninguna religión pero, al igual que la mayoría de los hippies,  creía a pies juntillas en lo mágico y en lo sobrenatural). Prefería a los gitanos que eran como los indios pero españolizados (es decir, mucho más agresivos y temperamentales). Prefería a los legionarios que al menos creían en el ideal de luchar por sus compañeros hasta sucumbir. Prefería, a los locos, a los raros, a los junkies, a las prostitutas, a los delincuentes, a los marginales. A los Niños de Dios.

 

          Trataba de seguir aquí,  de comportarme sin llamar demasiado la atención,  pero sin olvidar lo que había aprendido en mi passage to India. Lo que había aprendido y no debía perder de vista es 1º) que Dios no había muerto sino que en India estaba completamente vivo, eficiente y en trato regular con los hombres y, 2º)  que la defunción física no era más que un tránsito en el que Krishna-Christós nos asiste... -Me parecía que, de alguna manera, yo siempre había pensado así.

 


          - En eso andaba cuando conocí a Sat PREMA DAS.

 

          - Fue aquel  año álgido de 1992  - con Exposición Universal en Sevilla y Juegos Olímpicos en Barcelona-  cuando por primera vez me encontré  a Sat en la boda de Carmen, la hermana de Aradhya. Carmen del Valle era amiga de la Duende (mi pareja) y había estado con ella en Centroamérica de cooperante. Luego había emprendido un largo periplo Norte-Sur a lo largo de las Américas. Al final del viaje se separó de su hombre (Juan) que la acompañaba. Yo la admiraba por todo eso y además era una mujer muy bella, de una belleza trágica endulzada por un seseo granadino que era delicioso escuchar; todavía recuerdo la templada voz de Carmen del Valle. Había vuelto medio turulata de América aunque pareciera la estampa del sentido común. Al poco tiempo se casaba en España con un dudoso aventurero de Chile, llamado Carlos.

 

          En su boda conocí a Sat. Lo primero que me llamó la atención de Sat, fue su cabeza rapada con una delgada coleta que le colgaba por detrás como a los devotos de la India y a los bhaktis de Occidente que adoran a Krishna. - Le pregunté, en cuanto pude estar a solas, por qué llevaba la cabeza así y él me respondió sonriendo que era por higiene pero también como una señal de estar en el camino espiritual. Era la primera vez que cruzábamos palabra pero desde el primer momento, desde que me dijo eso y le miré a los ojos, su rostro redondo de mapuche o de lama, su coleta, me resultaron inusualmente simpáticos. - Y supe que me haría amigo de él desde que le vi.

 

          Estas impresiones son raras y alguien puede  pensar que se trata de exageraciones poéticas  cuando son meras observaciones sobre hechos providenciales, claros signos de que la Providencia –Dios, Krishna- Eros, Ladrón de Corazones- existe y maneja a voluntad, como  un novelista, los hilos de nuestro Destino. Y en especial los encuentros con personas que van a ser especiales en nuestra vida. Es decir, los avatares de Eros. 

 

          Todo resulta más fácil de explicar si Dios existe: Ya he conocido a Sat en otras encarnaciones, en otras vidas, hemos quemado juntos ya mucho karma. No hace mucho que he vuelto de mi primer viaje a la India y no quiero otra cosa más que volver-.- O, si no, hablar de la India con alguien que conozca sus misterios. Y él ha aparecido para eso. Me sonríe de una manera que me hace confiar plenamente. Es como si ya le conociera y no tuviera nada que temer. Quedamos para vernos otro día en Lanjarón donde vive con Aradhya en una casa en la montaña.

 

          - La mente tal vez duda cuando se encuentra eso tan raro: los ojos de un hermano, el que puede comprenderlo todo. La verdadera amistad es más rara, más preciosa que el amor. - Se puede uno enamorar tal vez 75 veces a lo largo de la vida si se cambia de amada de un año para otro desde el nacimiento a la tumba. Pero nadie puede presumir de haber tenido 75 amigos íntimos.

 

          .... Pronto estaré muerto y mi historia y yo mismo no tendremos  ninguna importancia como no la tienen los muertos de las guerras, meras apariencias, mallas de maya que para los ojos de Krishna ya están aniquilados aun antes de iniciarse la batalla. Pronto moriré pero antes debo ir a ver a Sat y cantar con él en la mañana el mantram. Tal vez me ponga a sus pies y se los bese como si fuera el mismo Govinda encarnado en el Maestro, si me habla durante tardes interminables de los pasatiempos infinitos del Ladrón de Corazones, el de cientos y miles de nombres. -Gracias a Sat conocí a Chaitanya y sus 8 slokas:

 

  “Gloria al sankirtana de Shri Krishna, que limpia el corazón de todo el polvo acumulado por años, y extingue el fuego de la vida condicionada, de reiterados nacimientos y muertes. Este movimiento de sankirtana es la bendición principal para toda la humanidad, pues difunde los rayos de la Luna de la bendición; es la vida de todo el conocimiento trascendental, aumenta el océano de la bienaventuranza, y nos permite saborear plenamente el néctar que siempre estamos ansiando.

 

  “¡Oh, mi Señor!, solo Tu santo nombre puede otorgarles toda clase de bendiciones a los seres vivientes, y por eso Tú tienes cientos y millones de nombres, tales como Krishna y Govinda! En estos nombres trascendentales has invertido todas Tus energías trascendentales, y ni siquiera hay reglas estrictas para cantar esos nombres. ¡Oh, mi Señor!, Tú eres tan bondadoso, que nos has permitido acercarnos a Ti fácilmente mediante el canto de Tus santos nombres, pero yo soy tan desafortunado, que no siento atracción por ellos”.

 

Me gustaba eso de que “no hubiera reglas estrictas para cantar Sus nombres”. Me gustaba que el mismo Chaitanya –el creador del sankirtana- dijera que no sentía atracción por los nombres innumerables de Dios. Ese reconocimiento me hacía pensar que era auténtico.

 

  Uno debe cantar el santo nombre del Señor en un estado mental humilde, considerándose más bajo que la hojarasca de la calle; uno debe ser más tolerante que un árbol, estar exento de todo sentimiento de vanidad, y estar dispuesto a ofrecerles pleno respeto a los demás. En semejante estado mental, uno puede cantar  el santo nombre de Dios constantemente.

 

“¡Oh, Señor todopoderoso!, no tengo ningún deseo de acumular riquezas, ni tampoco deseo bellas mujeres, ni quiero tener seguidor alguno. Lo único que quiero es Tu servicio devocional sin causa, nacimiento tras nacimiento”.

 

          Quizás en el fondo yo me pareciera a Chaitanya y fuese como él alguien que no se siente atraído por la práctica religiosa, alguien que a pesar de ello es empujado a la devoción casi a la fuerza. Yo tampoco ansiaba ya bellas mujeres ni seguidores.

 

“¡Oh, hijo de Maharaja Nanda (Krishna), yo soy Tu siervo eterno, mas aun así, de una manera u otra he caído en el océano del nacimiento y de la muerte. Por favor, rescátame de este océano de muerte, y colócame en Tus pies de loto, como uno de los átomos de ellos.

 

“¡Oh, Govinda!, sintiendo la separación de Ti, considero que un momento es como doce años o más. Lágrimas fluyen de mis ojos como torrentes de lluvia, y en Tu ausencia me estoy sintiendo totalmente vacío en el mundo.

 

          Así me sentía yo, herido de Amor y buscándolo en el espejismo de los rostros de mujeres.

 

Yo no reconozco a nadie más que a Krishna como mi Señor, y Él lo seguirá siendo aunque me maltrate con Su brazo, o aunque me destroce el corazón con no estar presente ante mí. Él es completamente libre de hacer todo lo que quiera, pues siempre es mi Señor venerable, incondicionalmente”.

 

          Me gustaba todo lo que rodeaba a Sat: que viviera en el aire alto de las Alpujarras, su Jardín del Amado decorado con estatuas e imágenes de Krishna y de Radharani, el olor dulce del sándalo, el olor del prasadam, Sat leyendo el Guita y comentándolo. -Ni se me ocurría hacer preguntas; era evidente que poseía el don de la elocuencia, jamás me cansé de oírle cuando explicaba las Escrituras. A menudo citaba el texto original en sánscrito y el sánskrito con sus aes, sus cerebrales y sus versos sintéticos, me hacía perder el sentido de la realidad.

 

          Luego me quedaba a dormir en aquella casa de la montaña abierta al mundo. Lo que me gustaba de Sat es que parecía totalmente independiente del deber de ganarse la vida con un trabajo estable como el mío en el Instituto. ¿Cómo lo habían conseguido?-  Les proveía Krishna, gastaban poco. Nada era más alternativo ni revolucionario que pensar todo el tiempo en Krishna y adorarLe continuamente pronunciando Su nombre.

 

          Cuando Sat me puso en contacto con Krishna, yo ya Le conocía. En India Le había visto muchas veces. Casi no había pensado en nada más durante los veinte días de tumultuoso viaje. Era como si Él me rondase. De hecho no era para mí entonces más que un muñeco, una figura amable y simpática como el Capitán Trueno o el Hombre de Hielo. -Sin embargo, por alguna razón me traje de Oriente dos tapices que Lo representaban. En uno aparecía sentado en el bosque abrazando a Radha. En el otro danzando con las gopis.  -El mejor programa de televisión posible era un encadenamiento de musicales con sus enloquecedoras cancioncillas pop hindúes y cataratas de imágenes fijas o de cine de Krishna. Así 24 horas. - No me cansaba de contemplarLo.

 

          Una noche de invierno en el cuarto de invitados de su casa de la montaña, Sat me pidió que pronunciara el maha-mantram; le vi tan afectado, tan humilde que no pude menos que darle sartisfacción. Por primera vez en mi vida, con tono tambaleante dije:

 

“Hare Krishna, hare Krishna.

Krishna, Krishna, Hare Hare.

Hare Rama, hare Rama,

Rama Rama, Hare Hare”.

 

          Satisfecho, con alegría memorable,  Sat exclamó: “Guau. Ahora mismo debe haber en el Cielo millares de ángeles cantando”. Me pareció que me daba demasiada importancia. No creía que tantos seres se alegrasen por el retorno del pecador arrepentido, oveja negra, hijo pródigo.

 

          Todo lo que decía Sat me emocionaba. Era la Verdad Absoluta. Ya jamás me apartaría del bello nombre de Krishna...

 

- Pero no es verdad: me aparto una y otra vez del Amado, me aparto del Amor.  Le rehúyo y sin embargo no logro rechazarLe nunca por completo.
 

¡De qué manera, Amado, te rehúyo

Y  pequeñas mazorcas de maíz

Me hacen pensar en el tímpano

Rubio de  maizosa rubia!

 

¡De mil modos, Amado, me aparto:

Diminutos poliedros de carota

Se parecen regulares a sus labios!

 

¡E invocándote te huyo

Por los fondos de un oído

Absolutamente rubio

Y el aliento mañanero de una mujer en la lluvia!

 

Los círculos de tu incienso

Pretero por los de grupas.

 

          Desde aquel primer encuentro quedé impresionado por la forma de vivir de Sat y de Aradhya: Aquello sí era salirse del Sistema:

 

           - En los primeros tiempos, como no tenían aún una vivienda techada, habían dormido en el coche en plena sierra, abrigados con mantas. Luego, amigos que eran ángeles, les habían ayudado a levantar una casa y hasta les habían regalado un baño y una estufa de leña. Estaban convencidos de que Dios cuidaba de ellos y que no debían preocuparse del sustento.

 

          A partir de entonces empecé a acudir con frecuencia a la casa de Sat y de Aradhya en las Alpujarras:  No había nada mejor que subir hasta allí donde gravita la presencia del Amado en el Jardín aun antes de que aparezca Sat. Yo me demoro en el jardín: Dios será invisible y los ateos derivarán de ello su inexistencia, pero que no sea visible directamente –porque tiene todas las formas y ninguna en particular, porque Él es Forma Pura- no significa que sea imperceptible. Para los sensibles es fácil sentirlo. Un verdadero materialista, igual que no puede hacer el Amor, tampoco puede disfrutar del campo: Harí estaba allí por todas partes: se le podía oler en el sándalo dulzón, se le podía oír en la caricia del viento sobre el bancal o en el salto de la rana en el estanque con lotos. Continuos y apasionados pensamientos de devotos habían levantado ese jardín que era un templo. - Dios no es invisible; es sutil.

 

          No había nada mejor que escuchar a Sat leyendo el Guita. La guturalidad rotunda de la lengua de Vyasa despertaba dentro de mí un instinto obscuro como si aquello fuera la lengua de los ángeles o de los semidioses, un idioma que disponía a la mente en otro sentido distinto al habitual. A continuación venían las explicaciones de  mi amigo con su simpática voz algo nasal y su entonación chilena. Predicaba con calma y con discernimiento y su voz en esos momentos era el sonido más sosegador del universo. Habría estado escuchándole sin pausa, jamás me cansaron ni podrían aburrirme las verdades siempre nuevas de los Vedas.

 

-        Pero tú no crees. Habla. Vamos di todos tus puntos críticos –me desafiaba Sat al final de sus comentarios.

 

          Era un gran  honor que me invitase a preguntar, con ello me distinguía entre los demás miembros del grupo. - A menudo comprobé que Sat podía leerme el pensamiento.

 

          Sin embargo yo le decía que sí creía y que no tenía preguntas. Era evidente que Sat estaba inspirado por Krishna, que amaba y conocía aquel libro como los senderos y parterres de su propio jardín y que llevaba una vida ejemplar de auto-subsistencia en el campo. –En la India había aprendido a entregarme a lo irracional, a no discutir: ¿Dios hecho hombre hace 5000 años en Vrindaván con la forma de un príncipe de piel azul? ¿Tenía un disco mágico, hacía milagros como sostener la montaña de Govardhana para que sirviera de paraguas? ¿Había derrotado a un demonio?  ¿Había conducido el carro de Aryuna? ¿Había cantado una por una las palabras del Bagavad-Guita? ¿Eran dulces y embriagadoras las notas de su flauta?

 

          - ¿Y por qué era tan hermoso? ¿Por qué me atraía tanto si no era más que una fantasía? ¿Habría renacido 8 veces como pez, serpiente, jabalí, enano, león, gigante,... , Rama?; ¿renacería como Buddha y Maitreya?

 

          Yo no tenía preguntas, tenía ganas de cantar: Al final de la lectura, Sat sacaba el harmonio, la mindarga y los crótalos y uníamos nuestras voces en el kirtam. Pero cualquier canto devocional no era más que un preludio para entonar el maha-mantram de Hare Krishna:

 

Hare Krishna, Hare Krishna.

Krishna, Krishna, Hare Hare.

Hare Rama, Hare Rama.

Rama, Rama, Hare Hare.

 

          Lo cantábamos al final sedientos de paladear de nuevo cada una de las 32 sílabas, lo cantábamos de todas las formas y con todas las melodías posibles, le poníamos hasta la música de La Cucaracha. Nunca nos cansábamos de repetirlo. Era el poema perfecto, eternamente nuevo; en cierta forma había que buscar razones para hacer otra cosa, para no estar cantando el mantram  de manera continua. Al final su dulce murmullo termina por acompañarte todo el tiempo, como el murmullo de tu propia sangre: ¡Hare Krishna!

 

          Dios no será visible, pero se ha podido fotografiar a personas en el trance de la fusión con lo Absoluto. Un día ocurrió en el momento en que estábamos cantando con especial emoción: Una devota empezó a llorar y a sofocarse de acuerdo con los 8 síntomas del éxtasis. Nadie dejó de cantar pero la vibración espiritual del corro se elevó como una descarga eléctrica y pude notarlo en la piel porque sentía al grupo y no solo a mí mismo. No había simulación ni histeria en aquellas lágrimas sino que era la simple experiencia de haberse sentido respondida por Krishna. Avergonzada,  la devota  salió al jardín para que no la viéramos llorar. Yo sentí envidia de su soledad en el jardín. -El éxtasis es semejante al orgasmo pero no idéntico.

 

          Debía ser verdad que Dios existe y que cuida de nosotros. Los ateos son unos valientes dispuestos a cruzar el universo soltándose de  la mano del Padre. No creen más que en sí mismos, en el Hombre. Pero yo ya había visto a dónde conduce todo eso: a la Muerte. Tal vez, si cambiaba de ideas, volvería la Vida, que es Eros.-No me costaba mucho admitir los milagros puesto que he asistido a numerosos prodigios o sucesos sobre-naturales a lo largo de mi vida. Mi suerte en el Amor es el más milagroso de todos ellos.

 

          Sat no era un cura ni un bráhamana ni un swami ni mi “disipador de tinieblas (o tal vez sí) pero era un devoto verdadero. En lugares apartados donde rumorean los risueños arroyos de la agreste Alpujarra, rodeados de perfumes naturales a azahar, semejantes a las esencias del Paraíso de Vaikhunta,  Sat me habla de Krishna y experimento la Felicidad Absoluta.

 

          - No era un sacerdote como los que había conocido en mis viajes. Sat siempre era humilde y tolerante pero poco a poco me presionaba para que me comprometiera, para que practicara. Y yo siempre lo demoraba.  No me apartaba del mundo material ni de las actividades fruitivas. Comía carne, bebía alcohol, tomaba toda clase de tóxicos. Pero poco a poco, -como otro vicio erótico- tomaba el rosario y repetía Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare. Estaba más que demostrado para mí, el poder del mantram.- Luego me apartaba, perdía el rosario, volvía siempre a las simas. Y Sat siempre me perdonaba, como si fuese sabio y dulce.  Como el mismo Krishna.

 

          Pasaban mujeres que yo llevaba a las Alpujarras a confrontarlas con mi maestro.  Sat las recibía siempre con hospitalidad oriental y nunca me criticaba por voluble. Era comprensivo y firme como la verdadera sabiduría. La de Krishna (¿y no es cierto que en el mismo sonido del Santo Nombre hay una connotación de victoria?).

 

          Otras veces bajaba él a la Costa y nos encontrábamos en hoteles de 5 estrellas en Torremolinos, con suntuosos lobbies de paredes marmóreas por donde corren hilillos de agua. La voz de Sat hablando de Krishna, una y otra vez,  y siempre de Harí-Krishna en sus infinitos pasatiempos, se trenza con la canción del agua pero yo escucho más la de Sat.  Nunca debí apartarme de su voz. Su voz hablando de Krishna.

           

 

          Todo lo anterior referido a Sat Prema lo extraigo de una novela auto-biográfica que no termino de escribir nunca. -Así contada,  mi relación con Sat, parece que me equivoqué al apartarme de él, que lo sé y que me arrepiento.

         

          Pero esta no es toda la verdad:

 

          - Desde 1992 hasta 2007 -nada menos que durante quince años- mantuve cierto vínculo con Sat con interrupciones y alejamientos. Creo que fue en la primavera de 2007 -tras haber iniciado un proceso de crecimiento personal o de psicoterapia que, curiosamente, se llamaba SAT (acrónimo de Seekers After Truth)- cuando me sentí fuerte para disentir de Sat de forma abierta acerca de varios puntos que en realidad desde el principio me resultaron intragables: Por ejemplo, que el Guita sea el único libro sagrado o superior a las demás revelaciones; que Krishna sea el único Dios hecho hombre o Su encarnación suprema; que su mensaje se haya mantenido incontaminado a lo largo de los siglos a través de una sucesión discipular, una cadena de maestros que no alteraron nada (cuando es evidente en una sola generación que las distintas traducciones del Bhagavad Gita difieren unas de otras en puntos sustanciales; así la de Prabhupada -el fundador de ISKCON- incluye muchas menciones al maha-mamtram que no aparecen nunca en la traducción al inglés de Joan MASCARÓ). La autoridad de los gurus y el machismo arcaico eran puntos de su doctrina para mí particularmente repugnantes y me apartaban del Movimiento para la Conciencia de Krishna.

 

          Puedo decir que durante 15 años he estado al menos muy cerca de una secta calificada de destructiva por algunos Estados europeos y que no consiguieron  a pesar de mi empeño lavarme el cerebro.

 

          Pero también se puede mirar este asunto como que soy un  tibio espiritual y que a pesar de haber disfrutado de todas las oportunidades de entregarme en cuerpo y alma a Dios, persisto en el pecado, en apartarme de Krishna y en perderme en lo mundano.

 

          Pero  la verdad ni siquiera se encontrará en ninguno desos dos extremos:

 

          Sat no era Charles Manson, no era el jefe de una secta que acaba asesinando gente o preparándose para un holocausto extraterrestre. -Pero por otra parte, tampoco era solo mi lujuria,  mi gula, mis debilidades o mi falta de fervor lo que una y otra vez me hacía demorar un mayor compromiso con los vaishnavas (los devotos de Vishnú y de Krishna). - También era mi razón, mi afán por conocer la verdad.

 

          Oscilaba entre el simple rechazo y la nostalgia mezclada con culpa. - ¿Soy el ateo teísta?

 

          Este mismo curso 2016-2017 me sentí tan deprimido a finales del invierno que quise otra vez nutrirme de la fe de Sat (y de su compañera Ánjali). Pues en todos esos años, desde el 2007, en que dejé de visitarles, no había abandonado  por completo el pensamiento en Krishna ni el hábito o la atracción por cantar una serie de rondas al día con mi mala (rosario de oración). El hecho de que la sociedad que custodia el templo de Krishna-Balaram en Vrindaván (India), mantenga doctrinas para mí indefendibles y peligrosas, no significa que Krishna sea falso o que Dios no exista.  Más bien creo que las instituciones, las iglesias y los eruditos que fijan los textos y los credos, funcionan como un obstáculo o un muro que nos separa de Él.

 

          El grupo que Sat había creado con Aradhya en la Alpujarra se deshizo con el tiempo en medio de una explosión de pasiones humanas (sobre todo de pasiones femeninas). No eran entes luminosos carentes de defectos y  de sentimientos.  Pero eso no significa que la corriente de bendiciones del sankirtana no funcionase cuando cantábamos Hare Krishna.- La India era un desastre pero en el fondo tenía razón. Lo mismo pasaba con los bhaktis, los devotos, los locos de Dios: eran un desastre, eran frágiles, limitados, eran humanos pero estaban en lo cierto.

 

          Cuando aquella noche de hace muchos años en la casa de la montaña de Sat cerca de Lanjarón pronuncié solo por complacerle las sílabas

 

Hare Krishna, hare Krishna./

Krishna, Krishna, hare, hare./

Hare Rama ,hare Rama./

Rama, Rama, hare, hare.

 

, no me imaginé nunca que me iba a pasar el resto de mi vida cantándolas. -... Pues lo sé:  Hasta mi último aliento he de perseverar en el mamtram. Hasta mi último aliento quiero estar enamorado del Ladrón de Corazones, Alláh-Krishna, el Que Confunde la Mente.

 

          - Ya sé que para muchos el estado mental (o más bien, el estado de ser) que provoca la repetición del Hari-Nama (Santo Nombre), lo provocaría igual una letanía con  cualquier otro tipo de palabras. Por ejemplo, "Coca-Cola".- Ya sé que para nuestra mentalidad es absurdo que Dios mismo haya invertido sus energías trascendentales en las sílabas Hare Krishna. No tiene sentido científico alguno que Dios nos haya dado en persona Su Nombre para que Le recordemos; más bien los filólogos y los historiadores de la religión dirían que "Krishná" quiere decir simplemente "El Oscuro" y que todos los nombres y todo lenguaje no son más que invenciones del ser humano, igual que los mitos y las religiones.

 

          Sé todo esto y sin embargo ahora mismo languidezco porque perdí hace cosa de un mes mi mala de cuentas de rosario por bañarme de noche en la playa. Y nada se me ocurre más placentero que retirarme a algún jardín recogido y hermoso para rezarLe a Madhava y recitar una y otra vez Sus Dulces Nombres mientras paso las cuentas de sándalo de  mi rosario (quiero decir, de otro nuevo que Sat  ha prometido darme;  igual que ya me dio hace 20 años el que he perdido ahora).  -Verdaderamente existe un placer mayor que el sexo y no hace falta llegar a los 70 años y estar amargado por  el fracaso en la búsqueda de las  actividades fruitivas, para sentirlo.

 

          Este último invierno, me sentí tan triste como si me hubiese extraviado a la mitad del camino de mi vida,  y quise volver a Krishna. Releí El Libro de Krishna una recopilación de Prabhupada de relatos mitológicos -la muerte de la giganta Putana y de otros monstruos-  sobre la infancia de Govinda donde Prabhupada decía cosas como que las mujeres son intelectualmente inferiores a los hombres, o que los trabajadores manuales son por naturaleza más simples que los bráhamanas. También había un capítulo entero en que Indra se somete y se humilla ante Krishna; su contenido parecía amañado para resaltar la superioridad de un dios sobre otro ya existente y más venerado en el panteón. La lucha por saber qué dios era más poderoso me parecía arcaica y estúpida.

 

          Por entonces me enteré a través de wikipedia del declive del movimiento Hare-Krishna y de casos de abusos infantiles protagonizados por los "devotos" que cuidaban de los niños en las escuelas vaishnavas (y que eran brahmacharyas, es decir, célibes). Años atrás había leído Un Antropólogo en Marte de Oliver SACKS donde se describe el proceso de degeneración de un Hare-Krishna que se quedó ciego y mentalmente disminuido para siempre, debido, en parte, a que sus hermanos espirituales lo llevaron al hospital demasiado tarde dado que confundieron los síntomas de un tumor cerebral con los del éxtasis o fusión con el Absoluto.-   Me parecía repugnante y me llevaba a plantearme si en realidad yo no estaría tan obnubilado como ellos, y si mi error no podría ser igual de peligroso, con consecuencias tan inhumanas. 

 

          Tras releer la biografía oficial de Prabhupada  (redactada por supuesto por un devoto y un admirador incondicional que daría la vida por él) no me sentí más tranquilo:

 

No podía dudar de la "santidad" o al menos del poder espiritual de un protagonista del siglo XX como fue A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada. Era uno de los gigantes de las religiones, un conquistador que había convertido a más gente durante su vida que Lutero o Buddha. En cierta forma no se podían entender los 60 sin los Hare-Krishna; en cierta forma no se podía entender el siglo XX sin referirse a la penetración del pensamiento y de la sensibilidad de Oriente en América y en Europa. Prabhupada sin duda era un devoto puro, un modelo de integridad, de idealismo y de sacrificio. Un inspirado, un héroe. Seguro que en su presencia uno se sentía impresionado y en contacto con algo grandioso.

 

          Sin embargo volvían a dispararse mis alarmas cuando leía -como si fuera por primera vez, pues este detalle no lo recordaba- que le propuso a Indira Gandhi un proyecto de Constitución en la que no habría más que una religión -la suya- para todo el país (y si pudiera ser, para todo el planeta; en esto pensaba igual que Bin Laden), la educación estaría regulada por estrictos principios vaishnavas y los miembros del parlamento y del gobierno serían brahmanas.- No era de extrañar en un teócrata pre-moderno que considera que no hay más que una religión y un solo Dios verdadero: la regulación colectiva de la vida, ¿a qué iba a obedecer sino a la palabra revelada de Dios?

 

- Sin embargo colaborar o creer en las mismas ideas que un fundamentalista religioso hinduista me daba vergüenza, asco y miedo.

 

 - Pero ¿creía yo en las mismas ideas que Prabhupada? ¿Hasta qué punto? -Tal vez hubiéramos podido compartir sin ningún problema el canto del sankirtana o la contemplación de alguna bella imagen de Harí, que le deleitaba tanto como a mí, o , mejor, dicho, mucho más (es difícil imaginar lo que un devoto ardiente e imperturbable como Prabhupada podía llegar a sentir hacia el Ladrón de Corazones). Pero fuera desta conexión emocional -que en realidad es lo que desde el principio me conectó de verdad-, encontraba dudosas y discutibles casi todas sus doctrinas. El vegetarianismo y el retorno a una vida más sencilla y más natural en el campo, sí eran actitudes con las que desde antiguo había simpatizado.

 

          Por una última curiosidad,  antes de encarar el importantísimo y temidísimo viaje hasta Otura para reencontrarme con Sat y con Ányali después de casi 9 años, husmeé en internet en busca de informaciones sobre Prabhupada:  Una triste tarde de invierno pasé un buen rato en la sala donde Prabhupada -la filmación no tenía sonido o al menos no lo recuerdo- parecía debatirse en los estertores de una agonía demasiado humana.

 

- Una multitud abigarrada,  inimaginable de devotos le rodeaba y rezaba. Algunos, los más próximos, -unos privilegiados-, le acariciaban o le daban masajes en la espalda esquelética. -Me dio vergüenza estar viendo semejante espectáculo:  El gran Swami, el Elegido por los Avatares y por Dios mismo, ese fundador de un Imperio, parecía un despojo enclenque que se está muriendo sin ninguna gloria.- La verdad es que no sabía qué había esperado de las imágenes de su muerte.- Pero esto no, esto me parecía indigno.- Fantaseaba que en el fondo los devotos eran unos carroñeros que se alegraban de su muerte -del "tránsito" desde el punto de vista del creyente y aún más del fanático-, creí adivinar en sus rostros concentrados en el mamtram, el rastro o la sombra de una sonrisa comedida, la alegría de los vampiros. - Y los que le daban masajes eran los peores; hasta parecían estar excitados.

 

          Aunque seguro que exagero y lo dramatizo, estas impresiones deste invierno me alejaban hasta cierto punto de Krishna, Dios del Amor y de la Dulzura.

 

          Pues por mucho margen que se conceda a la investigación o a la re-creación de los símbolos religiosos, casi es imposible imaginarse a un Amrit Krishna que no sea dulce. También los ojos marrones, dolorosamente piadosos -como si llorase por nosotros- de nuestro Señor Jesucristo son los del Dulce Corazón. Pastores maternos y amorosos que cuidan de nosotros, -su rebaño de corderos o terneras- , sin ira y sin impaciencia.

 


          -Me daba cuenta de lo fácil que era ridiculizarnos: Creer en un Dios personal con forma humana no es muy distinto de inventarse un  amigo invisible o de perseverar en una alucinación psicótica en grupo donde todos dicen notar la influencia de benefactores ocultos... ¿No sería todo una maniobra desesperada de nuestra soledad, no tendrían razón los ateos clásicos?- No podía quitarme de la cabeza la fábula de GURDJEFF sobre el pastor que hipnotizaba a los corderos para que se dejasen degollar (sin embargo, GURDJEFF no era ateo sino algo mucho más complejo).

 

- ¿Y no te parece ridículo adorar de la mañana a la noche estatuillas de un pitufo azul con flauta, que será pastor pero lleva encima más alhajas que la Princesa de Gales, mientras tantos niños,  niños reales, en todo el mundo enferman y mueren de hambre? Lo tuyo es una religión escapista, hipnagógica y sentimental, como la misma India. Los verdaderos santos son los que actúan y ayudan a los demás como la Madre Teresa de Calcuta o el Mahatma Gandhi. 

 

          Puede parecer absurdo -cavilaba yo- preferir el Amor de Dios al amor humano. En cierta forma el que ama de verdad a Krishna lo ama más que a su propia madre, hijos o esposa. Pero también es verdad que dedicar todos los pensamientos, todas las acciones, todas nuestras palabras a Harí no nos vuelve inhumanos. No conozco a nadie que se haya olvidado de amar la Naturaleza o a sus prójimos por amar demasiado a Krishna. No puedo imaginarme a san Francisco de Asís o a Víctor Truviano como personas frías en el trato con sus semejantes, indiferentes hacia los hombres, las animales o las plantas. Más bien lo opuesto: Veían a Krishna en todo y en todos. - Aunque su sentido de las relaciones y afectos hacia sus prójimos fuera para ellos secundario, subordinado respecto a la relación mística.

 

          - Había devotos -creo recordar por ejemplo unas imágenes de un templo en Irlanda- que construían Krishnas ornados con piedras preciosas, perlas  y oro reales. Es cierto que con el capital que costaban, podría haberse creado un hospital o una escuela en la India. Pero también recordaba que los apóstoles le reprocharon a Jesús que la Samaritana rompiese un pomo de perfume y lo vertiera sobre la cabeza del Cristo; les parecía un derroche.- Yo no les juzgo.- Entre otras cosas porque me encantan esas imágenes que he contemplado con frecuencia y me encanta el derroche de joyas brillantes sobre el cuerpo de ébano del Señor del Mundo. Me gusta su opulencia, su falta de sobriedad del mismo modo que entiendo a los católicos cuando adornan con toda clase de excesos las tallas de nuestra Madre la Virgen o de Jesús Varón de Dolores y la suben a tronos restallantes de potencias de oro y de plata, entre husos de flores, sahumerios de incienso y oleadas sentimentales de música.  -No solo les entiendo sino que siento lo mismo que ellos:

 

- Que todo esto es necesario; que no podemos vivir sin ello; que no seríamos nada sin el espíritu cofrade; que el Cautivo o la Esperanza se lo merecen todo: no solo varas macizas de plata en su dosel sino de diamante. - Por mí que los artistas incrusten zafiros y perlas negras y el Gran Diamante Azul en las esculturas de Krishna.

 


          - Claro que si me pidieran una contribución de 1000 euros o una limosna de un euro, y si de un lado estuviesen los de una cofradía y del otro un niño al borde de la inanición,  daría el dinero para el niño y no tengo ninguna duda de que Jesús estaría de acuerdo. No creo que Dios nos pida cometer crímenes abominables como matar a nuestro propio cachorro para demostrar que a nadie amamos por encima de Yavé.

 

- Por lo general la verdad es que no se presentan estas situaciones dramáticas. No he conocido a nadie que se olvide de darle de comer a sus hijos o de socorrer a un indigente porque `piensa demasiado en Gopala o en la Blanca Paloma (manantial de dulzura).

 

          No soy capaz de imaginarme, por ejemplo, a Víctor Truviano tan absorto en los deleites de la Conciencia Bábaji que se vuelva insensible al sufrimiento y a la condición del hombre.

 

          En cierta forma el destino desas devociones o amores desmedidos por el Infinito Sobrehumano también es la perfección de lo humano.

 

          - Al mencionar a Víctor -primer objeto destas SEMBLANZAS- recuerdo la primera vez que le vi y le escuché por televisión y cómo casi de inmediato me rendí a la belleza y a la pureza que emanan de su voz y de su rostro: Es la materialización en un cuerpo humano de la Conciencia Bábaji que a su vez es de algún modo una manifestación del mismo Krishna.- Al ver a Víctor Truviano estaba viendo a Dios. Al menos un aspecto de Dios.- Aunque naturalmente Víctor no es Dios.- No sé si con todo esto estoy aclarando en qué creo; o si este punto tiene algún interés.

 
Víctor Truviano


-Sí lo tiene para mí. Pues en realidad puede que no sepa muy bien en qué ni en quién creo. Pero, absurdamente, algo en mí, acaso una capa misteriosa y sutil de mí mismo que es activada por el misterio de la escritura, sí sabe. Sí cree. Por eso escribo. Para celebrar las Glorias de Shri Krishna. - Nada desto es sencillo de expresar.

 

          Amar a Krishna o, más bien, estar enamorado de Krishna es sentirse atrapado y fascinado por lo humano: tremendas escaramuzas bélicas con el disco volador y otras armas mágicas dignas de los alienígenas o de los Cuatro Fantásticos; amores en los bosques con muchachas casadas bajo el hechizo de la Luna y de las notas negras de su flauta; aventuras infantiles llenas de sucesos milagrosos... Y en medio de todo ello el Eterno Adolescente que siempre has conocido, el dulce, el del Negro Pelo Largo, el Apacentador de los Sentidos, Obscuro y Lindo, Auriga y Primavera, Krishna que confunde la mente, la "imagen de Dios" como joven eterno y eternamente hábil, parecido a Ulises, parecido al Hombre.

 

          - Tal vez me gustaría decir: Creo en Krishna, creo en el Dios hecho hombre. Pero a la vez siento que cuando digo "creo", en realidad no creo.

 

          ¿Qué significa creer? ¿Qué tiene en el pecho o en la cabeza el hombre que dice "creo", qué quiere significar, qué quiere expresar, qué espera de los que le oyen? ¿Es lo mismo que "confiar en la existencia o en la verdad  de algo", es un cierto tipo de sentimiento o de actitud como tomárselo en serio o estar comprometido?

 

- No lo sé. Jamás en mi vida he entendido qué significa la fe. De pequeño, a los 6 ó 7 años me atormentaba pensando que los demás, los que iban por ejemplo a misa como yo, sí tenían fe y creían, pero que yo había nacido sin esta capacidad, era algo que no sentía, como si fuese daltónico o minusválido. -No obstante continuaba buscando a Dios y sometiéndome a ejercicios que, al parecer, nos granjeaban sus favores.

 

          Casi 50 años después sigo sin valorar la fe aunque lo traduzcan al sánskrito como shrada (confianza). No concedo ningún valor al que declara "Creo en la verdad absoluta" (o "creo en el futuro del Partido Socialista"). Me deja frío que mi hermano me repita "Dios no existe, no existe, no existe". En cambio sigo recordando con frecuencia aquel verso de mi amigo Vicente Valero: "Yo no tenía fe, tenía sueños".
 
 
 
 
 
 
 
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          - Vale, no creo en creer. La mayoría de las veces "creer" parece algo forzado y doloroso como cuando alguien suplica "créeme".

 

          -  "Tú, todo lo que diga el Jefe (o Tu Padre, o el Guru, o el Libro) te lo tragas sin replicar y punto", esta parece ser una buena definición de la fe en su sentido usual.

 

 - Es decir, tener fe puede ser lo mismo que obedecer y no hacer preguntas. Una obediencia interiorizada, no relativa a conductas sino a pensamientos y hasta sentimientos.

 

- Y si no crees en mí, no me amas. Y si no crees en Dios, eres un ateo, un demonio. Igual que si no crees en el triunfo de la Revolución eres un contra-revolucionario. Y si no crees en el Amor, no puedes estar enamorado.

 

 -Así de sencillo. - Aunque nunca nadie defina qué significa "creer" (el mejor enunciado que yo conocía acerca de esto era de HUME: La creencia es "un cierto tipo de sentimiento". -Parecía casi una obviedad; pero si te parabas a meditarlo no era tan obvio... :- ¡De modo que aquello a lo que concedemos realidad, certeza, aquello en lo que creemos -por ejemplo que el sol saldrá mañana- no es más que un sentimiento, es decir, un estado subjetivo! )

 

          No creo en lo de creer como solución mágica para los caracteres sentimentales-emocionales. No. - Los KRISHNAMURTIS han debido dejar huella en mí.-  (NOTA: "Los Krishnamurtis no son un tipo de cigarrillos hindúes ni una variedad de churros sino los pensadores Jiddu y U.G. de los que se habla en la SEMBLANZA VI  deste mismo blog).- Pero reconozco simplemente que no es lo mismo creer que no hay nada más después desta vida que creer lo contrario. No viajas igual si el viaje dura 70 años que si dura eternamente. Ni siquiera te subirías igual a un tren que a otro;  ni tu actitud, pensamientos, sentimientos y acciones serían los mismos.- Esto no significa que los que confían en seguir viviendo después de que sus cuerpos se hayan destrozado sean mejores o se comporten mejor. - Es público y notorio que los creyentes son capaces igual de cometer atrocidades que hazañas (vistas desde un punto de vista nada más que humano).

 

          - ¿Será entonces "creer" una forma de vivir , como el amor o las convicciones políticas, un tipo especial de sentimiento que no necesita declaraciones ni de categorías, que vibra en la misma presencia del que cree? ¿Un indefinible como el Lenguaje, el Bien Común, la Felicidad o el Amor   que no se deja enunciar pero que se muestra por sí solo sin hacerse explícito?

 

          -Y yo qué sé... - Me asombra estar aludiendo a WITTGENSTEIN  en una semblanza de KRISHNA... Lo cierto es que 34 páginas en Microsoft Word no han bastado para que yo `pueda determinar en qué creo sino para acumular más niebla puesto que argumento a mi manera que no entiendo qué es tener fe (siempre recuerdo el dicho del Alcoyano: que equivale a esperanza desmedida y motivación exageradamente optimista: ¿Es eso tener fe? ¿Hacer algo tan ridículo como pedir prórroga para empatar cuando iban perdiendo 12 a 0?).

 

          - A lo largo destos años no han sido pocas las veces que me han preguntado en qué creo.

 

Sobre todo los jóvenes, aunque también por ejemplo mi madre que, como oye mal también está dejando de escuchar y se contesta a sí misma su propia pregunta: "En todo, ¿verdad Javier?, tú crees en todo".- Es decir para mi madre soy un crédulo. Y es verdad que de pequeño yo no solo creía en la realidad física de los Reyes Magos, Papá Nöel, el Ángel de la Guarda, el Ratoncito Pérez, Dios-Padre, el Diablo, el Gato con Botas,  Jesús, Pinocho, la Virgen, la Gallina Caponata,  etc. Sino también en Mary Poppins,  en Mickey Mouse, en Popeye, en el Correcaminos y en muchos seres más; por ejemplo, los fantasmas o desencarnados y los ángeles.

 

Creía a pies juntillas en papá al que atribuía poderes paranormales como la telepatía, pues estaba convencido de que me leía el pensamiento cuando llegaba a casa y me adivinaba qué había para comer. Después me he considerado un verdadero imbécil aún con 4 años por no darme cuenta de que lo olía.

 

Más que creyente soy un crédulo. Me han estafado más de 70 veces 7 con el cuento de tengo una esmeralda y te la vendo, o cualquier otro cuento, timo. He sido objeto de bromas donde mi estupidez causaba asombro a mis embaucadores. Alguna vez me han llamado "alma de cántaro" y tonto -que es el insulto que más toca mi fibra, por algo será.- En resumen, soy bastante ingenuo y me trago el día de los Santos Inocentes todos los bulos así como noticias del tipo que mañana se va a ver la Luna en el Cielo 2000 veces mayor que su tamaño habitual. O que va a haber un desembarco extraterrestre tal día a tal hora en tal sitio. O que tal persona es un vampiro o un Iluminati. También creo que el Milagro de Fátima es auténtico.- En fin, acaso mamá tiene razón y me lo creo todo.

 

          - Pero, a ver, ¿crees en Dios, crees en la inmortalidad, cuál es tu religión?

 

- Presente, atento y a la vez atónito ante la seriedad y la envergadura de semejantes preguntas, me contorsionaba y no sabía qué decir.- A veces, cuando nadie me veía -pero tal vez pensando que algún día terminaría escribiéndolo, como ahora- encendía una candelita en Santa Sofía de Salónica. O lloraba leyendo los Milagros de Medjugorge (que ZIZEK tiene por ficticios).- A veces, de repente, atravesado por la emoción y las lágrimas, todo era uno: Krishna, Christos, Isa, Isis, Allàh, Rama... - Mi religión era como  escuchar un chapoteo en las ciénagas, sin distinguir apenas el origen ni los perfiles dese rumor prometedor entre los juncos... -Y con este tipo de explicaciones o de metáforas nadie entendía absolutamente nada. Mis gestos les desconcertaban. Pues para mí era más fácil tomar los arcanos del Tarot y comentárselos, dejar que las estampas me inspirasen, que decir cuál es mi religión. Era más fácil entonar sinsentidos sobre los espíritus y mis experiencias con ellos  que pronunciarme sobre si hay vida después de la muerte.

 

          Por algún motivo los que me preguntaban por mi confesión religiosa se quedaban descontentos pero un tanto impresionados. - O eso me parecía  a mí. Igual pensaron llanamente que estaba chiflado y que creía hasta en los reptilianos y en que una de cada tres personas es un extra-terrestre disfrazado.

 

          - Pero yo pensaba que algo del poder espiritual de mis maestros se me había ido contagiando con los años y que Krishna era mi amigo invisible, de modo que yo tenía licencia para hacer toda clase de locuras e imprudencias sin que me pasara nada, pues a mi manera herética yo era un bhakti que ama a su Pastor y su Pastor le ama a él.

 

          Para comprobar la Misericordia sin Causa del Vaquero de Vrindavan lo mejor era llevar una vida altamente peligrosa. Si te quedabas en tu casa vacunado contra el azar y seguro, ¿cómo iba a actuar la Providencia? - Dios necesitaba vernos con el agua al cuello para salvarnos. Tal vez la fe consistiera en vivir al límite, arriesgarse por sistema, ponerse en todos los bordes de los abismos hasta que la mano de Christos-Krishna nos sujetase por el hombro.

 

          Si todo lo calculabas y lo preveías tú, si construías un entorno de seguridad, de normas y de  rutinas, ¿qué espacio le dejabas a la providencia?

 

          - Pero, ¿crees en Dios?

 

          - Nervioso agarraba por los hombros a mi inquisidor, mi candidato a discípulo, y lo llevaba a ver la Luna. Me entusiasmaba al verla y empezaba a soltarle cosas que ya no recuerdo pero que le dejaban sin ganas de interrogarme más. Tal vez le decía que creía en Ella, en Selene, que la amo.   Tal vez le decía que creo en Diosa -y solo al escribir esta palabra "Diosa", algo cambia en la atmósfera. - Pienso una vez más en la belleza casi femenina de Krishna. Y siento un ansia espontánea de decir: La Diosa es Krishna.

 

          -Estos días sobre todo tengo tendencia a repasar mis momentos de alejamiento o fricciones (más que disputas) con Sat.- me doy cuenta de que en el fondo me aterra discutir con Sat, separarme de él para siempre. Porque si Sat me abandona es como si me abandonara Krishna. En esto veo una cierta dependencia o, vulgarmente hablando, enganche.

 

          -Recuerdo que una noche en su casa/ashram de la montaña me fugué escurriéndome en el coche cuesta abajo hacia el pueblo sin encender el motor ni las luces, como si el mismo Krishna me guiara en mi descenso a los infiernos: Hice unas gestiones más que afortunadas en Lanjarón y luego me lancé a Granada. Por el camino, -serían las tres o las cuatro de la madrugada-, cogí a un autoestopista que se había escapado de casa. Como yo.

 

          A la mañana siguiente me presenté en el Jardín del Amado de Sat y Aradhya con rastros aún de la juerga y sin haber dormido. Sin dejar de sonreír,  Sat me amonestó y me impuso la penitencia de ayunar durante todo ese día y  no fumar.

 

          -Recuerdo otra mañana: Yo me marchaba de Lanjarón, estábamos desayunando en una heladería y Sat estaba muy enfadado conmigo. No le había visto nunca antes tan serio.- Me apremiaba para que me comprometiera o lo dejara; y sus palabras y su mirada furiosa me herían. -Estaba avergonzado y no sabía dónde meterme.

 

          - (Se me ocurre ahora: -Acaso este escena, o parecida, me haya sucedido muchas veces: -Huyo del convento, del lugar del ascético esfuerzo, del silencio, de la soledad, del campo de batalla, del campo de la acción. Huyo, me escapo porque siento que soy un místico liberado de cualquier principio regulativo. Y en mi noche de euforia megalómana persigo mi aventura como si persiguiese a Krishna. Cuanto más amo la carne y el placer material, tanto más cerca me parece que estoy de Krishna siempre bello y semi-desnudo tras sus ornamentos transcendentales.- Pero a la mañana siguiente alguien, por ejemplo Sat,  me hace pasar un mal rato señalándome mis excesos)

 

          -( Acaso, igual que no era capaz de tener fe ni de entenderla siquiera, carecía de fuerzas para el camino del auto-control y tres días de retiro y meditación me hacían bajar al pueblo y a la ciudad como  un toro al que sueltan de un cajón.- Me daba cuenta de que era una cuestión de aguante, de atracción por las actividades fruitivas a veces disfrazada de aburrimiento o de audacia.- Acaso me habría gustado tener más auto-disciplina y no comer cadáveres en absoluto ni moverme en la dirección de los rostros y las pieles de las mujeres. Pero no podía.-  Y Krishna, igual que Sat, siempre me comprendía y me perdonaba mis fechorías. En esto sentía que me liberaban: El Que colma Todos los Deseos Lujuriosos, Krishna-Ananta, Sin Fin,  no se iba a asustar de mis pecados. Pues Él ha visto eso y más).-

 

          -Otras veces, después de las charlas en el Instituto sobre "Filosofía Hindú" que realizábamos casi todos los años, Sat me insistía en que formásemos un grupo con los chicos más interesados. Le presenté a Sara Sagheb y simpatizaron en seguida. Para la rapera malacitano-theeraní -medio persa, medio de Ánkara, medio del halo de la Luna- , para la hija de Haleh, para Sara fue fácil admitir la autoridad de Sat y de su doctrina. Por pura intuición. Como si le oliera el perfume espiritual. - Después de todo, ¿en qué creía Sara?

 

- ¡Pues claro que soy musulmana! -Me había contestado una vez en la cocina cuando yo se lo pregunté poniéndolo en duda. Al terminar la frase dio una palmetada sobre la encimera como remachándolo. -A mí me pareció que en realidad lo que no quería es perderse el Islam igual que no quería perderse ninguna fiesta.- En este caso "creer" significaba aceptar una afiliación, querer ser parte de una manada. - De ahí a ser una adepta al Corán y encarnar sus enseñanzas en su propia vida...

 

          Yo cada vez que Sat me hablaba de "formar un grupo" sentía un pellizco en el estómago, me ponía en estado de máxima alerta y abortaba sistemáticamente todo proyecto de proselitismo.

 

          - Así, aunque nuestra relación mayormente era de gran alegría y de celebración de la amistad en cada reencuentro, a mí me parecía que en el fondo quedaba un poco ensombrecida o contaminada por mi desconfianza hacia las sectas y hacia los "maestros", los eruditos de los Vedas, los directores espirituales.- Siempre empezábamos con la alegría de compartir con los muchachos nuestro entusiasmo y nuestra atracción por el mágico Govinda.- Pero al final siempre llegábamos a un punto de divergencia cuando Sat me pedía con intensidad, que "creásemos un grupo".- Solo de imaginarme a ocho adolescentes sentados en la alfombra de mi casa y Sat predicándoles, me entraba una sensación de angustia y de pánico como si estuviésemos cometiendo la mayor de las inmoralidades en los jóvenes, el Pecado Irremisible.- Seguramente yo exageraba.- Sat no insistía.

 

          Yo agradecía que Sat no fuera un maestro severo sino un maestro de dulzura como el dulce Krishna. Prefería que me dejase ser devoto a mi manera. - Ányali había comparado meditación y medicación: Si no te tomabas el medicamento siguiendo las instrucciones del laboratorio, no te hacía efecto.- Sin embargo yo me había curado a veces un catarro tomándome las medicinas de forma anárquica. Es más, me cuesta mucho ser regular a la hora de dosificar por ejemplo un jarabe. - Estas comparaciones y parábolas gráficas que también encontraba en la literatura Hare-Krishna y en las prédicas y discursos de Sat - así, la de una rana que intenta imaginarse el mar comparándolo con su charca: semejante al ser humano esforzándose por concebir el plano espiritual por simple adición; y muchas otras- por un lado me gustaban y por otro me daban asco como mitos infantiles, cuentos simplones de catecismo con los que aplacar la curiosidad del niño.

 


          Yo prefería que me dejaran ser un bhakti pero a mi rollo. Un Perro de Krishna, sí, pero sin encadenarme del todo.   Me identificaba con George HARRISON que desde el principio se había sentido atraído por Krishna y por el kirtam  pero que no por ello se había recluido en un ashram ni rapado el pelo ni había abandonado la música ni su vida anterior.-  Y lo mejor es que PRABHUPADA no le había pedido que lo hiciera.- Yo, como George Harrison, tal vez gozara de algún exclusivo privilegio de artista y pudiera adorar a Govinda - My Sweet Lord- sin dejar del todo de ser mundano, un materialista transfigurado, un Hare Krishna pero de pelo largo y hembra en la cama (o hembras).- O quizás Harrison no era tan mundano como yo especulaba.- Yo podía ser más o menos devoto mientras me autorizaran el pecado del sexo y algunos tóxicos como el café o el cacao. - Podía serlo si me permitían la carne.

 


          ¿O no ? - De repente al releer la última frase, es como si estuviera haciendo teatro, justificándome a mí mismo. - Tal vez soy un blasfemo, un renegado y me voy a arrepentir en el momento de mi muerte, como suelen repetirme -con una compasión y una pena que me aterroriza- aquellos que están más seguros en sus convicciones religiosas.  ¿Yo devoto? -De lo que soy devoto es del tabaco, que no pasa una jornada desde hace 40 años que no le dedique todas mis energías. Si en eso consiste en creer -en lo que te motiva- creo más en los cigarrillos que en Dios. Y no tengo remedio.

 
 

          - Un día leía que el sánskrito no era la lengua inmemorial de los semidioses (o de los dioses) sino un idioma muy refinado de reciente creación.- Otro día me enfrascaba en Los Dioses de los Indoeuropeos de George DUMÉZIL  y concluía que quizás el Príncipe Krishna, el primo de los Pándavas, el Auriga en Kurukshetra,  hubiera sido nada más -y nada menos- que un excelente ser humano dotado de Opulencia, Fuerza, Fama, Sabiduría y Renunciación, y posteriormente endiosado, poetizado, proyectado en el Olimpo de la Trimurti, uncido por los redactores (?) a la gigantesca maquinaria de los Vedas.

 

          - Que Cristo sea un gran ser humano, un santo, un héroe, y,  en este sentido, "divino", resulta mucho más aceptable para la masiva mayoría de escépticos occidentales que la idea de que el mismo Dios haya decidido intervenir directamente en la historia política del planeta Tierra infiltrándose en el feto de Mariam.- Creer una cosa más que la otra, ya forma parte de nuestra fibra moral contemporánea por mucho que los integristas se hagan los desentendidos.- Sin embargo creer que Cristo o que Krishna solo fueron Grandes Hombres es totalmente herético desde el punto de vista de las religiones teístas. - (O al menos eso me parece a mí en mi cavilar y sin poseer la mínima autoridad en esta materia).- Me pareció que si creía que Krishna fue un glorioso capitán de ejércitos hace 5000 años cuyas hazañas y actividades fueron más tarde mitificadas, deificadas en forma de relato épico, entonces no creía en realidad en Krishna.- O al menos no creía lo mismo que un devoto de Hare Krishna: que es Dios.

 

          - Entonces lo que pasa es que tú no crees: Para ti Krishna fue un hombre, un hombre inmejorable pero un hombre.

 

          - No, de ninguna manera. ¡Cómo voy a creer que Shri Krishná o nuestro Señor Jesucristo  fueron nada más que humanos mortales admirables posteriormente deificados! - Sería como si Julio César, Calígula,  Napoleón o Maradona fuesen elevados a los altares.

 

 

         

          - ¿Krishna es la Forma Suprema de la Personalidad de Dios o un personaje de la literatura fantástica hindú como Hércules, Dionisos, Atis, Osiris o Gilgamesh? ¿Tenían razón los teístas o los ateos, los creyentes o los incrédulos, Jiddu o UG?

 

           - O hay Dios o no hay Dios.

 

          - Pero el teólogo-ex-sacerdote-semi-swami, presuntamente erudito Raymon PANNIKAR en El Silencio del Buda decía que no había contradicción: El ser de Dios era tan transcendente que en cierta forma no era, no existía. - Claro.- Así se conciliaban ateísmo y teísmo. Pero sobre todo descargaba de mí una culpa inmensa por no poder creer a pies juntillas, como un borrego hipnotizado, en la fe del carbonero: que Dios se hizo hombre en Krishna y en Cristo y anduvo por los caminos deste mundo.

 

          Un Dios extremadamente personal... Sabemos qué aspecto tiene: cómo es su rostro, sus ojos, sus labios, sus rizos, cómo son sus manos (las palmas son rojizas, el dorso azulado), cómo son las bellas plantas de sus pies. Podemos describir su indumentaria y hasta dibujarla. Cómo y dónde danza. Cómo se levanta y cómo toma asiento. Cómo habla. En qué idioma y con qué cadencia. A qué animales favorece más, cuáles son sus favoritos. Quiénes son sus padres, sus primos, sus tíos, sus abuelos y cómo se llaman. Quiénes son sus enamoradas, su preferida y su consorte. Etcétera.- Dios es visible y palpable y lo sabemos todo sobre Él.

 

    - ( Tal vez si Krishna o Cristo volvieran a este mundo pero en la actualidad,  no tendrían problema en admitir un directo de 24 horas: Es decir que todo lo que hiciesen minuto por minuto fuese filmado y retransmitido en directo. Sí, un ser de virtud perfecta no tendría nada que ocultar. Resulta extraño imaginarse a Dios defendiéndose de los paparazzi: "¡Es mi vida privada!"

 

          - (Pero no nos tomaríamos en serio a Dios. Como le ocurrió en la célebre tournée novelada por Enrique JARDIEL PONCELA: Bajó al Cerro de Los Ángeles con la apariencia de un viejecillo envuelto en una  gabardina;  y todo el mundo se lo tomó a coña).

 

          Un Dios con apariencia humana aunque realizara milagros y prodigios, tampoco convencería a la mayoría (pese a lo que digan YOGANANDA o el evangelista)- Será por eso que el Ángel Rebelde Lucifer se encorajinó tanto cuando vio la preferencia de Dios-Padre por unos seres tan subdesarrollados como nosotros. Tal vez por eso al Diablo le encorajina ese proyecto de recuperación del hombre llamado Jesucristo.

 

          - Si Dios se encarna en hombre, Dios tendrá cuerpo: Jesús -dicho sea con el mayor de los respetos y sin ánimo de herir a nadie con una obviedad- tenía pene, ano, deyecciones... -Este pensamiento resulta repugnante y hasta insoportable para el creyente. Pero es el fundamento de su fe (es decir de su adhesión a "cosas increíbles", nunca vistas, en las que él dice creer de forma emocional) como demuestra la sangre y la carne martirizada de los pasos de Semana Santa: Dios es de carne.

 

          Recuerdo la impresión que me llevé al enterarme por el cínico (no zýniko) SLOTERDIJK de que en el Tíbet se comían los excrementos lignificados del DALAI LAMA.- Al menos conservaban el mínimo de respeto hacia sí mismos de no engullirlos frescos.

 

          - Jesús era hombre: Hacía caca -argumentan sagaces y sutiles mis amigos musulmanes, que también se extrañan de que el Supremo, según nosotros, haya nacido de un útero de mujer.

 

          Tienen razón: Dios se meaba encima y se hacía caca durante la subida al calvario puesto que en medio de su suplicio (que duró mucho) los romanos no le iban a dejar ir al retrete...

 

          PRABHUPADA solía observar que el cuerpo de Krishna es "transcendental".- Nunca he podido entender qué significa este término aplicado a un cuerpo:- ¿Qué es , Señor Prabhupada -puesto que Vd. sabe más- un organismo material y a la vez transcendental? ¿Será que nuestro arraigado platonismo, la rígida separación entre lo inteligible eterno y lo efímero sensible, no nos permite siquiera concebir la existencia de un cuerpo que es a la vez materia y espíritu, carroña y divinidad?

 

          -Confieso que sigo sin entenderlo. Dicen que el cuerpo de Govinda es trascendental igual que sus pasatiempos...

 
 
            Los musulmanes creen en un Único Dios, no en una energía impersonal ni en un Big Bang ciego sino en un ente irrepresentable que posee las cualidades de la Clemencia y la Misericordia. Dios es Personal. Odia de manera particular y casi obsesiva a los judíos de los que se acuerda, `para maldecirlos, casi en cada página de las breves 270 (aprox.) que componen este Libro Sagrado emanado del Altísimo. El Dios del Corán no se hizo humano pero sí es sensible a las plegarias de los que le ofrecen su sumisión. Cuenta las lágrimas de las mujeres. Sabe hasta el número exacto de tus cabellos. Está más cerca de ti que tu vena yugular. Dios no quiere fotos, iconos porque no tiene forma humana. Sería una falta de respeto. Idolatría. -Sus acciones y decretos, así como Su Nombre sí son representables. Porque si no se pudiera representar en absoluto, ni con imágenes, ni con palabras, ni con música, caeríamos en el agnosticismo.- Allàh es más nombre que rostro.

 

          Aunque se llevaran tan mal que tuvieron que partir la India, los musulmanes a veces me recordaban a los hindúes  en eso de que no hay más que una religión correcta y es naturalmente la de ellos.- Siempre recordaba aquel verso del Guita: "Abandona todas las formas de religión y entrégate a Mí". Me parecía que a los eruditos y letrados que a partir de cierto momento controlaron el legado del ente llamado Krishna -hasta GURDJEFF lo mencionaba en sus Relatos de Belcebú- se les había escapado esa frase original del mismo Dios, ipssima verba,  una frase que iba contra sus intereses.- Yo seguía pensando que todas las formas establecidas de religión eran paradójicamente un obstáculo para relacionarse con Krishna, que había que superarlas todas para entregarse a Él.

 

          Otras cosa en la que los musulmanes se parecían a los vaishnavas y a los católicos -al menos a los católicos como el sacerdote Pablo OZCOIDI que se atrevían a debatir abiertamente acerca de sus creencias e ideas- es que te llamaban ateo si no creías en lo mismo que ellos. Y luego te deseaban buen viaje  con un gesto de conmiseración muy raro . "Jamás armonizarán nuestras voluntades ni nuestros corazones ni nuestros pensamientos ni nuestros designios", se despedían tenebrosos citando versículos al pie de la letra.", recitaban tenebrosos. Se me ponía la carne de gallina: Era evidente que con una sonrisa en los labios me estaban deseando buen viaje hacia la condenación eterna. ¿Y qué podía hacerle yo si pese a todos mis esfuerzos no podía aceptar que el Corán o el Guita o los Cuatro Evangelios -pero no todos ellos a la vez- eran una especie de aerolito traído mágicamente por Dios desde otras dimensiones y conservado tal cual, sin actualizaciones para nuestro uso y disfrute?

 

          A veces me parecía raro que siguiésemos charlando como amigos, como si no hubiese pasado nada cuando me acababan de sentenciar debido a mi falta de fe a un porvenir seguro de interminables tormentos.- En realidad no se podía amenazar a una persona con algo peor.

 

          - Pero ¿en qué demonios creía yo? ¿Creía en Dios? ¿Es que no creía en nada?
 
 
 

 
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          Y así sigo hasta ahora: Entre creer y no creer, investigo. Y creo que a Krishna le parece bien pues a Él, el Obscuro, le gusta que le busquen y esconderse.

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