SEMBLANZAS V. BOB DYLAN
SEMBLANZAS
V
BOB
DYLAN
PREÁMBULO
AUTOBIOGRÁFICO: UNA CONFESIÓN DE IDOLATRÍA
Bueno, al final tendré que hacerlo:
escribir sobre Bob Dylan, mi ídolo.
Quizás sea ridículo que una persona de
mi edad tenga ídolos. El mismo Dylan nos dice en una de sus numerosas soflamas
musicales que no sigamos a líderes y que miremos los parquímetros. ¿Qué querrá
decir? ¿Que estemos atentos al tiempo transcurrido y al dinero que nos van a
sacar los del párkin y no tanto a los supuestos gurúes, guías espirituales e
ídolos artísticos?
Seguramente. La mayor parte de los
versos y canciones de Dylan resulta incomprensible. Sin embargo, al rebuscar en
mi memoria algún ejemplo de lo que digo, resuenan cientos y millares de letras
grabadas a fuego en lento en mi cerebro durante más 40 años (se dice pronto). Por ejemplo:
"... As I walked out tonight in the
mystic garden
The wounded flowers were dangling from the vines
I was passing by yon cool and crystal fountain
Someone hit me from behind... "
The wounded flowers were dangling from the vines
I was passing by yon cool and crystal fountain
Someone hit me from behind... "
¿Alguien sabe qué quiere
decir esta primera línea de su canción Ain´t Talking? ¿Qué demonios hace el Poeta
saliendo a caminar por este jardín
místico con flores heridas que cuelgan de las parras? ¿Dónde está Dylan?
¿Qué es esa fuente fría y cristalina?
¿Y quién le golpea por detrás?
El resto de la misteriosa
canción -que también hube de aprenderme de memoria como tantas otras- no aclara
en absoluto las cosas. Más bien las obscurece. - Las canciones de Dylan,
incluso las que parecen más populares o banales (Like a Rolling Stone, Knocking on the
Heaven´s Doors o Blowing in the Wind), son ininteligibles, crípticas, rarísimas y
sin embargo remueven los nervios y se clavan en la imaginación para siempre.
¿Qué diablos quiere decir su conocida declaración de que la respuesta está en el viento? El verso más célebre de Dylan nos
remite al chamanismo, a la brujería.
Por eso Bob Dylan es mi
ídolo desde hace más de 20 años. Por eso soy un fan que ha dedicado largas
horas de su vida a desentrañar y a memorizar las lyrics del Premio Nobel de Minnesota.- Sin encontrarles el menor sentido. Las letras
de Dylan parecen la producción desatinada de un esquizofrénico en su pico
paranoico más intenso, las letras de Dylan parecen escritas en su totalidad
bajo los efectos del ácido lisérgico y baños químicos de adrenalina provocados
por las aventuras. El único motivo para no creer que sean obra de un loco, es
que en lo formal están bien construidas y musicadas; pero por lo demás
pertenecen por entero a la categoría de documentos que suelen producir los
psicóticos, como ha sido demostrado en un estudio de la Universidad de
Massachusetts y del Smithsonian Institution que al final, en un
corolario, sugiere o exige el internamiento inmediato de Dylan en una comunidad psiquiátrica
donde se le someta a Terapia Gestalt durante 18.000 meses.
No se sabe nunca de qué está
hablando Dylan en sus dylanesques, si del apocalipsis o de la apocatástasis. En todo caso de algo tremendo
que tiene que caer, un diluvio, una lluvia de fuego, el Ángel tocando su
trompeta, mentes que explotan, Cenicienta hablando con un violinista, Julieta
dándole un muerde a Einstein que en realidad es un camello local disfrazado de
Robin Hood, Frankie Lee poniéndose lapidario con Judas Priest, ... en fin toda
la panoplia que suele desplegar mr. Dylan para describir en diversas canciones
y contextos el fin de los tiempos, los
Últimos Días, siempre esperados, ... y no llegan.
En realidad -esto me
consuela- nadie las entiende. Ni los
académicos suecos que le han dado el Nobel el año pasado para quitárselas de
encima ni los centenares de tesis doctorales sobre su obra en universidades de
todo el mundo cuyo objetivo no es otro que aplacar al de Duluth, normalizarlo,
premiarlo, racionalizarlo, tornarlo académico, laureable, un engranaje del
sistema, otro peón de su juego.
Esto es, el Mundo, el
Sistema responde con premios a los poderes infernales desencadenados por la
música y la poesía de Robert Allen Zimmerman.
Por eso, porque yo no
entiendo al Genio pero al menos me doy cuenta de que me supera, por eso es mi
ídolo.
Es decir, sin caer en la
ridiculez de las hipérboles que se le han dedicado -"Buddha
in european clothes", nos confiesa Bob en su auto-biografía,
Crónicas I, que era su favorita; las
comparaciones referidas a Cristo, le hacían menos gracia; es decir, le ofendían-, sin caer en la ceguera del
fanatismo ni de la lealtad incondicional
a un modelo de artista, me atreveré a confesar que Mr. Dylan es, en mi opinión,-
sustentada por un seguimiento pertinaz a lo largo de 4 décadas- , uno de los faros de luz de la humanidad, una
persona modélica y un creador cuyas realizaciones rozan lo sobrehumano.
-Creo en Dylan. -Es decir, creo que es el mayor artista vivo o al
menos uno de los grandes. Y al mismo tiempo creo en él como persona, creo en su
estatura. Dylan es un gigante, el héroe americano, el Poeta de la Era de la
Riña.
Aunque no le entienda una
jodida palabra ni en inglés ni traducida al cristiano.
¿Tal vez le adoro porque no
lo entiendo?
En todo caso, me gustaría
compartir con los leales lectores y seguidores de este blog -como por ejemplo Carlos el Físico, por quien empecé esta
serie de semblanzas- mi ya larga andadura con el personaje interior y
obsesionante Bob
Dylan. Y lo que he aprendido y aún estoy aprendiendo de él. Doy
todos los días las gracias a Dios porque lo mantenga vivo y en activo en alguna
parte del mundo y rezo para que mil años viva deleitándonos con sus extrañas
visiones de otros mundos.
Considero que Dylan posee
poderes extra-sensoriales y para-normales. Si me dijesen que Dylan ha
hipnotizado a una manada de camellos con una sola mirada de sus ojos azules
como los huevos de los petirrojos, lo admitiría sin el menor problema. Ni me
costaría trabajo creer que Dylan haya materializado objetos como Sai Baba o
haya realizado otros prodigios y milagros como envejecer y des-envejecer en el
escenario y a la vista de todos. O quedarse sin voz en Locarno ante miles de espectadores. O ver el fantasma
de Elvis o el espíritu del general Custer. O desdoblarse en 10.000 Dylans para
satisfacer la lujuria mística de 10.000 mujeres.
En fin, antes de iniciar
realmente esta semblanza, me gustaría aclarar que Dylan no es Krishna, mi
Diosito (a quien dedicaré otra semblanza que naturalmente será la octava, - como
el propio Govinda
Madhava Gopala Kesava Harí Krishna, -el de los nombres deleitosos: Hari-Nama- fue el octavo hijo). - Bob Dylan no es la Forma Suprema de la Personalidad de Dios.
Sino un hombre excepcional. Dylan no es Cristo, eso al señor Dylan le hiere
porque Dylan ama a Jesús y sabe que un creyente no se compara con el Señor
Jesucristo sino para humillarse. - Yo adoro a Dylan porque él adora a
Cristo.-Por eso en un extraño encadenamiento de devociones, es mi ídolo.
"Hacia el final del concierto alguien en el público... sabía que no me sentía muy bien. Creo que podían ver eso. Y me tiraron una cruz plateada al escenario. [...] Miré la cruz y dije: "Tengo que cogerla". Así que la cogí y la metí en el bolsillo. Y la llevé a los bastidores y la traje conmigo a la siguiente ciudad, a las afueras de Arizona... Me sentía aún peor de cómo estaba en San Diego. Me dije: "Bueno, necesito algo esta noche". No sabía lo que era. Estaba acostumbrado a todo tipo de cosas. Me dije: "Necesito algo que no tenga antes". Y miré en mi bolsillo y tenía esta cruz".
—Bob Dylan en 1979
Corrían
los primeros años 80 y vivíamos refugiados en casa de los Marcos, que lo sabían
todo de música. Los Marcos eran familia numerosa pero nos daban de comer, de
merendar y de cenar un día sí y al otro también. Su hospitalidad no parecía
conocer límites. En la acogedora salita del piso de General Rey, Javi Marcos
iba poniendo diversos discos que él consideraba que debíamos oír: Pavana para una Infanta Difunta, Relaxin at
Camarillo, conciertos de Brahms que a mí no me decían nada pero que,
confiando en el criterio de mi amigo más sabio, me esforzaba en entender.
Los
intelectuales o intelectualillos éramos nosotros, los culturetas. Por eso
pasábamos las largas tardes de adolescencia leyendo El Caballero de la Triste Figura de Unamuno y escuchando música clásica
o jazz mientras Carlos y Javi dibujaban fusiles y armas de asalto con gran
precisión, ikurriñas y otras cosas, y yo siempre dibujaba mujeres desnudas.
Como el
hermano mayor de Javi, Tomás, no era un cultureta ni iba de intelectual podía
oír la música que le diera la gana: Jethro Tull, Pink Floyd y un tal Bob Dylan.
El disco de Dylan que Tomás oía por entonces era Street Legal. Había salido tan solo dos años antes, en 1978.- Esto venía a
significar que a mí y a mis amigos no nos podía interesar:
Las canciones
y piezas que a nosotros como quinceañeros con sed de conocimiento nos atraían,
debían tener una antigüedad por lo menos de 30 años. Aunque todavía no había ni
ordenadores ni Internet mi proyecto consistía en chuparles a los Marcos su estupenda colección de discos
que iba desde Tomás
Luis de Victoria a Ravel
y Debussy
con una rama que derivaba hacia Duke Ellington, Roy Eldridge, Coleman Hawkin y Charlie
Parker. Es decir, mi plan era robarle
a aquella familia de melómanos todo lo que sabían de música. Javi me iba
grabando en unas cintas magnetofónicas muy baratas, las obras que de acuerdo
con su punto de vista, yo debía repasar luego en casa: a veces me ponía cosas
difíciles como conciertos de Rachmaninof
que yo escuchaba con enorme fastidio. Lo más digerible o comercial que mi instructor
me permitía era Emerson,
Lake and Palmer
, una especie de punto medio entre música clásica y rock sinfónico. Futuros
escritores e intelectualoides como nosotros solo podían escuchar cosas así. O
tal vez a Carlos Gardel, a Jacques Brel, a Georges Brassens o a Stockhausen. -La música a partir de los 60
-incluyendo a aquel judío flaco con pinta de hippy impaciente que espera en una
sucia escalera de suburbio la llegada de su camello o de un taxi (Dios sabe de
dónde vendría o a dónde se dirige)- nos parecía una patochada y el llamado
"rock" (cualquier cosa que se entendiera por ello) la mayor patochada
de la historia.
- Sí, a
veces oíamos una canción de Dylan o nos divertíamos con otra de Radio Futura,
de Leño o de Asfalto. A veces repetíamos en son de burla aquello de
"¡Hey, Capitán Trueno ven y salva al
bueno!" , divertidos ante la estupidez de semejante letra. Para
nosotros eso no era ni siquiera música sino una serie de patochadas que salían
por la radio y que iban destinadas a nosotros: Los Jóvenes:
Los medios de
comunicación, el sistema cultural nos regalaba una plétora de movidas musicales
que se llamaban Alaska,
la Polla Records, Siniestro Total o Los Toreros Muertos. Ni
siquiera nos podíamos tomar en serio sus nombres. Igual que la sociedad nos
regalaba audiciones de la Movida Madrileña a todas horas y gratis en todas
partes, nosotros se las devolvíamos sonriendo y dando las gracias. No estábamos
enamorados de la moda juvenil. La triunfante Ana Torroja nos parecía patética
cuando le pedía a su chico que no la mirase porque no se había puesto el maqui-lla-a-a-a-je... Aquella muchacha
de pelo corto y su grupo estaban haciendo una pasta con ese temazo (!), pero
¿realmente eran así de imbéciles o se lo hacían? Yo en general pensaba que eran
así de simples pero que además los de las casas discográficas también les
invitaban a descender sus niveles de sofisticación en los textos y en las
melodías. Seguro que Miguel Ríos podía hacer algo mejor que "el buenas noches, bienvenidos, hijos del
rock and roll".
-Hijo del rock and roll, lo será tu padre, solía
contestarle yo. -Me caía fatal: tan sano, tan bondadoso..., un verdadero punk
le habría partido la cara en escena.
Y aquel
hippy del que Tomás Marcos compraba
todos y cada uno de los discos según iban saliendo, ¿qué cantaría? ¿Hablaría de
"agüita amarilla", de "zapatos de gamuza azul", del
"rock del reloj", del reloj de la cárcel o de la granja de Maggie?
Hablaría de cualquier patochada, gritos animalescos como "deja que me acerque" y expresiones
soeces como "te veo bailar con
pegatinas en el culo", o chilliditos apaches con lo de "las chicas son guerre-e-eras".
El rock
era como el alcohol, su gran aliado: nada más que una forma de divertirse y de
ponerse caliente. Si no pasabas por el aro del rock y de la música juvenil, no
te comías una rosca: no era posible
besar ni acariciar a una chica si no te tragabas el coñazo con atiplados de
mariquita y riffs de guitarra insoportablemente
monótonos del Hotel California. Menudo pestiño. Cuanto más oía a los Eagles más
los detestaba. A veces vomitaba de aburrimiento con The new Kid in Town o con la letra de Girl, canción en la cual los Beatles parecen estar experimentando
un orgasmo femenino.- Vaya porquería de música toda la que vino después de los 60. Vaya
mierda de rock y de rock and roll y
de enróllate, primo. -El rock era un chusmerío y los rockeros unos chusmetas y
unos chungos. El underground, el
suburbio en pleno centro , el lenguaje de las cavernas.- Pero era necesario para poder bailar agarrados
y meterle cuello a una chica de
nuestros mismos años en la penumbra del guateque. Los aulliditos ridículos del
vocalista de América entonando "I
need you" (" te necesito como las flores necesitan la lluvia...") me daban ganas de reír, pero al mismo tiempo me permitían
acceder a la nuca de las bellas. -Y todo era muy confuso. -Y solo teníamos 14 ó
15 años. -Y había pocas chicas en nuestro entorno.
Pero ahora me doy cuenta de que no fueron los Marcos los
que me dieron a conocer a Dylan, o tal vez sí. En todo caso también me
refugiaba en aquellos últimos años 70 y primeros 80 en la habitación de mi
amigo Juan
Alcázar. Creo recordar que siempre ponía los dos mismos Long Play en
su tocadiscos de aguja: Wish you were here de Pink Floyd y Desire de Bob Dylan. - Yo hubiese puesto otra
cosa y no esos dos mismos discos cara A y cara B toda la tarde mientras me
cuenta sus distintas penas de amor con distintas chicas.- Juanito aunque lleve
gafas, escriba relatos y ame la literatura, no es ni mucho menos tan cultureta
o intelectual como nosotros. - Está, por así decirlo en un escalón inferior a
Javi (que conoce toda la Música) y a Carlos Carnicer (que conoce toda la
Historia). En cambio, aunque se pasa la vida quejándose, la verdad es que Juan
liga mucho más que nosotros tres juntos. - Debe tener un poder oculto. O quizás
es por su estatura, su metro noventa por lo que siempre tiene una novia en la sierra, otra en la
costa y evocaciones más o menos felices o nostálgicas del culo de la
Chatilla o de los senos de Estrella.
Llegó un momento en que me aprendí los dos discos como música
de fondo a estas confesiones eróticas de mi amigo Juan y hasta empecé a
encontrarlos tolerables.- Tal vez fue Juan Alcázar el que me introdujo en el mamtram hipnótico dylanita, es decir, en
ese disco reincidente y cíclico, fascinante como su portada con Dylan vestido
de forajido de los bosques de Wisconsin.
-En la larga tarde adolescente Juan, amargado a sus 17 como un señor divorciado de 50, me cuenta
que a la Chatilla le gusta cualquiera que
la haga reír. Juan está indignado porque ella se ha ido con otro que le
hace más gracia.- El judío forajido con sombrero le pone música a todo esto con
una voz cuyo significado no entiendo pero que se arrastra, gime, se expresa, se
enlentece entre castañuelas, acordeones y violines de un Oeste mítico...
Caramba, ya me empezaba a gustar Dylan.
Aunque fuese moderno y anti-cultural.
CONTINUARÁ...
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